-Estas castigado una semana... ¿qué digo una semana? ¡Un mes sin salir de casa! -dijo mi madre alzando la voz mientras daba vueltas por mi habitación.
Yo solté un largo suspiro, la verdad es que ya me esperaba algo por el estilo. Mi madre volvió a mirarme y me señaló con un dedo acusador.
-¿En qué estabas pensando, jovencito? -me preguntó. Abrí la boca para intentar defenderme, pero ella me cortó con un movimiento de mano. -No te molestes en responderme.
Solté un largo suspiro y me tumbé en la cama y me puse encima de la cara una almohada para intentar bloquear el sermón que me estaba soltando.
-No se que voy ha hacer contigo... bla, bla, bla... Vas sacarme canas verdes... bla, bla, bla... ¡Yo no te he educado de esta manera! Dios santo, ¿qué he hecho yo para merecer esto? -Y ahora metía Dios en esto. Genial. - Ah, pero ¿qué digo? La culpa de esto no la tengo yo, toda la culpa la tiene tu padre. el fue quien te apuntó a esas clases de boxeo...
De repente sentí como me quitaban la almohada de la cara, y me lanzaba una mirada de reproche.
-¡Y ni hablar de pasar el fin de semana con tu padre! -exclamó.
Bien, tampoco es que me hiciera mucha ilusión pasar el fin de semana con él. No es que odiara a mi padre ni nada de eso, solo que su nueva novia no me caía muy bien que digamos, hacia un par de meses que vivía con mi padre, era algo más joven que él, y siempre que iba a casa de mi padre ella me trataba como si fuera un crío de 10 años, incluso me daba dinero para que "me comprara algunos dulces" Palabras suyas, no mías.
-... ¿has entendido lo que te he dicho? -preguntó mi madre sacándome de mis pensamientos.
La miré si entender nada, la verdad es que no le había prestado mucha atención. Decidí solo asentir y hacer como si me hubiera enterado de todo lo que me había dicho, de lo contrario se iba a cabrear más. Ella negó con la cabeza, y salió de mi habitación cerrando la puerta de golpe. Estaba realmente enfadada.
Salí de la ducha y me envolví la toalla a la cintura, luego me revolví un poco el cabello húmedo mientras me miraba en el espejo. Una buena ducha relaja a todo el mundo, era genial eso de tener un baño propio en mi habitación. Me dirigí a la puerta para salir del baño, y cuando salí me sobresalté al ver a Kate sentada en mi cama.
-¡Joder! -exclamé cogiendo bien la toalla evitando que esta se me cayera al suelo. -¿Cómo has entrado a mi habitación?
Ella me miró de arriba a abajo y sonrió, acto seguido se levantó de mi cama para acercarse a mí.
-He entrado por la ventana -me respondió al fin.
Claro, mi madre jamás le habría dejado entrar, y mucho menos ahora que estaba castigado. Y bueno, tampoco es que Kate le cayera de las mil maravillas. Volví a mirar a Kate y solté un bufido.
-Bueno, no se si lo sabrás, pero esa pregunta también quería decir: "¿Qué quieres ahora?"
Ella dio un paso hacia mí, y yo di uno hacia atrás.
-Yo... solo quería decirte que siento que te hayan expulsado por mi culpa. Quiero decir, siento que Kellan y tu os pelearais por mi, todo ha sido por mi culpa. -dijo pareciendo muy apenada al decir esto.
¿Que yo haya sido expulsado por su... ? No sabia si echarme a reír o abrir la boca por la semejante tontería que acababa de decir.
-¿Quién ha dicho que nos peleábamos por ti? El mundo no gira a tu alrededor, Kate. -le dije en un tono burlón. -Si le pegué fue porque él me provocó, y solo quería que cerrara su estúpida boca. Tú precisamente sabes que nunca nos hemos llevado bien.
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Alexandra
Teen FictionLa vida de Jason es como la de cualquier adolescente, o... al menos antes lo era. Desde hace un par de meses no hace más que soñar con una chica que ni siquiera conoce, y de dibujarla siempre que puede. ¿Por qué? ¿Quién es esa chica? Alexandra...