Estaba sentado en las escaleras de la entrada de su casa, esperándole, como cada mañana antes de ir al instituto.
Me quedé mirando una de mis zapatillas, pensativo. Ayer había vuelto a soñar con ella. Soñaba con ella todos los días, y siempre era lo mismo, en cambio este sueño fue distinto. Siempre le hacía las mismas preguntas, pero nunca había recibido respuesta alguna, hasta ahora. Alexandra. ¿Ese era su nombre? Era un nombre muy bonito, le iba como anillo al dedo.
Levanté la cabeza, y lo vi abrir la puerta de su casa y salir. Llevaba el cabello negro desordenado, una sudadera gris que le quedaba unas tallas más grande, unos pantalones negros, y unas converse negras. Era como si se hubiera puesto lo primero que había pillado en el armario, típico en él.
-Tarde, como siempre, Bradbury-. dije.
Él me lanzó una mirada envenenada.
-Sabes que odio que me llames por mi apellido. -dijo él-. Me recuerdas al capullo del entrenador Wilson.
Yo sonreí, era precisamente por eso por lo que le llamaba por su apellido. Dylan odiaba al entrenador Wilson. La razón de que lo odiara tanto, era que siempre llegaba tarde a su clase de Educación física, y el entrenador, como castigo le mandaba a correr veinte vueltas en la pista de atletismo. Mientras Dylan corría, el etrenador siempre le gritaba: "¡Vamos, Bradbury! Eso le enseñara a no volver a llegar tarde a clase"
-Es un grandísimo capullo -volvió a decir.
Me puse en pie, y le insté a que tomáramos nuestro camino para ir al instituto. Él se colocó mejor la mochila, y me siguió.
-Tienes un serio problema con la impuntualidad. -le dije mientras miraba el camino por el que pasaba cinco días a la semana para ir al instituto. -Creo que te regalaré un reloj por tu cumpleaños.
Él puso los ojos en blanco.
-¡Qué gracioso! -exclamó sarcásticamente.
-Aunque correr no te viene nada mal. -volví a decir -Te ayuda a tener más resistencia, y quizá podrías ir al gimnasio algún día. A muchas chicas les gustan los chicos con algo de músculo.
-¿Y tú qué sabes de chicas? -preguntó él.
Yo le miré algo divertido, se había picado.
-Se más que tú, he salido con tres, no se si te acuerdas ¿ahora también tienes memoria a corto plazo? -pregunté bromeando.
Me dio un pequeño empujón, y yo hice lo mismo con él y solté unas risas.
-Déjame en paz con eso de las chicas. -dijo él. -Además, no todos somos un Jason O'Connel, el antiguo capitán del equipo de baloncesto.
Ahora fui yo el que puso los ojos en blanco. Antes era el capitán del equipo de baloncesto en el instituto, y no es por presumir, pero era el mejor. Jugando al baloncesto me sentía bien, me gustaba. Más tarde me di cuenta de que me quitaba demasiado tiempo, y decidí dejar el baloncesto, por eso, y por algo más.
Sí, quizá haber sido el capitán del equipo de baloncesto me había ayudado con las chicas, pero también creo que había algo en mi rostro que encontraban atractivo. Yo me parecía muchísimo a mi madre, o eso me habían dicho, hasta tenía el mismo color de ojos que ella, eran verde claro. Lo único que había sacado de mi padre, era el color de pelo, castaño claro, tan claro que parecía rubio.
-No quiero salir con cualquier chica. -dijo Dylan. -Quiero que sea especial, y que me guste de verdad.
Lo miré un momento, estábamos a punto de llegar al instituto. Creo que ninguna de las chicas con las que había salido, me habían "gustado de verdad". Dylan me miró,
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Alexandra
Teen FictionLa vida de Jason es como la de cualquier adolescente, o... al menos antes lo era. Desde hace un par de meses no hace más que soñar con una chica que ni siquiera conoce, y de dibujarla siempre que puede. ¿Por qué? ¿Quién es esa chica? Alexandra...