Capítulo 17: La Promesa

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Vida:

Febrero de 1929.

—¡Vida! —la voz de Blanca llamándome se escuchaba por toda la casa.

—¡Dios mío! Se hubieran ahorrado todo el dinero que gastaron en la escuela de modales en Europa, porque parece que no aprendió ninguno. —comentó Giovanna en tono reprobatorio.

Eran más de las nueve de la mañana y me sorprendió ver que Blanca ya estaba levantada, considerando que apenas el día anterior había vuelto de Europa. La escuchaba cantar en francés a medida que se acercaba. Enriqueta, la cocinera, se puso de pie cuando ella entró, pero Giovanna ni siquiera la miró y continuó con su costura.

—¡Acá estás, Vida! te busqué por toda la casa —dijo en tono jocoso.

—Pensé que no te vería hasta el mediodía. —dije tomando otro sorbo de mi taza de té.

—¡Mon Dieu! ¿A esta hora? —dijo poniendo su mano en el pecho y haciendo un gesto de incredulidad exagerada, mientras miraba a Giovanna— hay que aprovechar que Lilian no está. Hay mil cosas que quiero contarte —tomó mi mano para que la siguiera.

—¿No vas a desayunar?

—Cierto. Vamos a estar en el jardín de atrás, llévame una bandeja con el desayuno, y té para Vida. Vamos. —dijo en tono autoritario, Giovanna la observó con disgusto y yo le pedí con la mirada que la disculpara mientras era jalada hacia el jardín.

—Eso fue poco amable —le dije reprobatoria, pero ella solo me sonrió.

—No seas así, pareciera que no supieras que dice cosas horribles de mi a mis espaldas.

—Nunca la escuché —me miró suspicaz.

—Como si fueras a decirme si llegaras a escucharla —me acusó.

—Tal vez no, pero le pediría que no vuelva a hacerlo —le dije con firmeza. Me sonrió con ternura y me abrazó.

—¡Estoy tan feliz de haber vuelto! —dijo tomando asiento.

La veía diferente, más madura que la vez anterior que vino de visita. Pero al mismo tiempo, seguía siendo la hermana tierna que se escabullía en mi habitación cuando tenía pesadillas. No había notado su madurez en las cartas que me enviaba cada semana, pero era grato descubrirla en ese momento. No llevaba el peinado con ondas típico de la época, sino que le gustaba tener el cabello corto hasta los hombros y lacio; lo que la hacía resaltar por sobre las otras jóvenes.

—Fueron cuatro años horribles —se quejó—, no sabes lo difícil que fue convivir con esas "mesdemoiselles", todas perfectas y estiradas. ¿Puedes creer que me miraban por encima del hombro solo porque papá no era de clase alta? Osea, estamos en 1929 ¿No aprendieron nada de la guerra? —guardó silencio al ver acercarse a Giovanna con la bandeja de té. Y cuando esta se marchó preguntó— Me sorprende que no decidiera irse también.

—No creo que lo haga, acá está cómoda. Vienen dos chicas a limpiar tres veces a la semana así que no hace el trabajo pesado.

—No sé por qué Lili no contrata a más gente ¿No se da cuenta de que hacen falta más personal? Hablaré con ella.

—Buena suerte, pero no creo que sirva de nada. Giovanna le hizo ver muchas veces que era necesario pero no quiere contratar a nadie. Dice que la cosa no está bien.

—La cosa nunca está bien. Pero no hablemos de eso, mejor decime que tal van las cosas con ese italiano tan guapo. —no pude evitar sonrojarme—, me escribes muchas cosas de él, de sus besos y ahora que te haces la recatada. —comencé a reír y ella me siguió.

Por el azul de tus ojos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora