Toc, toc, toc…
El insistente sonido parecía lejano, pero lo suficientemente fuerte como para despertarme lentamente. La claridad de la mañana se colaba por las persianas de madera iluminando la habitación, aunque la luz blanquecina auguraba que sería un día gris.Recostada en la cama intenté escuchar lo que pasaba fuera de mi habitación, pero solo había silencio. Por lo general Martha, quien se encargaba de la casa, llegaba bien temprano en las mañanas y se retiraba entrada la tarde, y hacía la limpieza de la gran casa, cantando y moviendo los muebles para limpiar minuciosamente cada rincón y cada objeto. No era una tarea muy silenciosa por lo que a esa hora ya debería estar en pleno trabajo. Pero no escuché nada.
El silencio general solo era cortado por el monótono toc, toc, toc del exterior. Me acerqué a la ventana para ver qué era aquel sonido y pude divisar a Ric a varios metros de la casa cortando leña. Observé cada uno de sus movimientos como hipnotizada, ya que su camisa estaba empapada de sudor y hacía que se le pegara al cuerpo.
Recordé que en una de las ocasiones en las que su matrimonio con Blanca no iba tan bien, él me confesó que el trabajo duro lo ayudaba a pensar, por lo que deduje que en su cabeza estarían pasando todo tipo de cosas, y no lo culpaba.Me obligué a apartar la mirada de él, ya que tenía que aprender a dejarlo ir y esa sería mi primera oportunidad. No quería bajar, aquella habitación era un refugio seguro ante los comentarios mordaces de Bruna y sobre todo ante la tentación de aquellos ojos azules. No estaba lista para afrontar la decisión que había tomado.
Miré en el armario los pocos vestidos que tenía y me percaté de que casi todos eran de colores obscuros. Los fuí tocando uno a uno y me pareció que sin darme cuenta había llevado una vida sin color, de luto constante, aunque no sabía por qué.
Supongo que me acostumbré a ser la sombra de Blanca, a estar a su lado sin sobresalir. Con el tiempo, acepté la idea de mi invisibilidad viviendo una vida discreta. Nadie me notaba y no me importó, hasta que llegué acá y me di cuenta de que sólo quería ser notada por una sola persona, una a la que no tenía derecho de desear.
Posé mi mano sobre el único vestido que contrastaba con la monocromía de los demás. Era un hermoso vestido blanco con flores amarillas que usé en el casamiento de Blanca. Lo saqué del armario y lo puse sobre la cama. Recordé con una sonrisa cómo la mañana de la boda Ric golpeó mi puerta y me entregó una caja atada con un moño.
—Martha me dijo que cuando te ayudó a desempacar notó que no trajiste nada para usar esta tarde. Al menos nada que sea digno de la boda de una hermana, así que me pareció buena idea darte un regalo de bienvenida a la familia. Disfrútalo.
Al abrir la caja vi el hermoso vestido junto con un pequeño sombrero y unos zapatos haciendo juego. Más tarde me enteraría que fue Martha la que se encargó de todo, pero era muy tarde, ya estaba encandilada por el esposo de mi hermana.
Fantasié con la idea de ponérmelo, bajar con él a desayunar y ver la cara de Bruna, pero sólo fue eso, una fantasía, nunca podría incomodar ni a Ric ni a Juana, y sería una falta de respeto hacía Blanca. Volví a poner el vestido en su lugar y saqué otro, gris oscuro, y una vez estuve lista bajé al comedor.
La casa estaba envuelta en una semi oscuridad, creo que un poco debido al clima y otro poco al aura de tristeza e incertidumbre de quienes la habitaban. Antes de llegar oí murmullos en el despacho de Ric y sentí curiosidad, a sabiendas que él aún se encontraba fuera. Me dirigí hacia allí y vi a Juana al lado de la puerta intentando escuchar. Me acerqué sin hacer ruido para soltarle una reprimenda, y al tocarle el hombro ella se sobresaltó, cuando me vió hizo un gesto para que guardara silencio. Tomó mi mano y me puso a su lado diciendo en un susurro que Bruna estaba al teléfono, por lo que agudicé el oído sin poder evitarlo y rogando para no ser descubierta.
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Por el azul de tus ojos
RomanceSiempre busqué la felicidad, pero de alguna forma ésta siempre se empeñó en esquivarme. Prometí acompañar a mi hermana de por vida, siempre como testigo, nunca como protagonista. Pero nunca me queje de mi suerte, hasta que lo conocí... Sabía que no...