272 días después 5:44 pm

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—¡Oh, desearía verme así de elegante como Bokuto-san!

Hinata llevaba buen rato intentando enderezar la pajarita en su cuello. Se quejaba también, por la falta de costumbre de usar traje y porque el calor que sentía, dijo, solo le era comparable con el que hacía en Río.

—Tú también luces elegante, Shōyō.

Kenma, a su lado, le sonrió suavemente antes de volver a dejarse atrapar por las particularidades de la ceremonia, sintiéndose como en un museo descubriendo nuevas razas, alienígenas o humanas, para él no hacían mucha diferencia.

—Bueno —la siempre traviesa sonrisa de Kuroo hizo su aparición cuando se puso de pie, presto a alejarse de ellos—, ahora me toca entrar en escena.

Sakusa no había vuelto a hablar desde los saludos rutinarios en cuanto se unió a la mesa asignada. Según el reloj alrededor de su muñeca izquierda, ya eran dos las horas transcurridas desde que el rito simbólico de Bokuto Kōtarō y Akaashi Keiji iniciara, y ahora estaban en el estrado principal frente a ellos, sonrientes y tomados de la mano, mientras un Kuroo ruborizado por el alcohol narraba anécdotas a los presentes, micrófono y champagne en mano.

Cómo lo hacía, no tenía idea.

Quería escapar de todos, volver a casa. Encerrarse en su habitación y ocuparse de sus tormentos, todos ellos con un nombre y apellido que extrañaba con cada terminación nerviosa de su ser. Solo lo retenía la esperanza de verlo ahí, aunque fuera una última vez.

Por esa razón, precisamente, su mirada vagaba de vez en cuando por las mesas contiguas. El campo en que se encontraban era vasto, y en sus mesas, reconocía a muchos de los invitados por haberlos visto antes en torneos de la preparatoria o en las ligas nacionales, además del resto de los Black Jackals dispersos por ahí. En una de ellas divisó al bloqueador central de los EJP junto a rostros que asoció con el antiguo equipo Inarizaki.

Uno de ellos lo miraba fijamente, los párpados semicerrados transmitiéndole una sensación de amenaza por medio de esas pupilas grises, cruzando todo el lugar hasta llegar hacia él. Retuvo el contacto visual por un instante, el parecido era innegable pero no era él.

No puede no haber venido.

Su concentración tuvo que volver a sus compañeros de mesa cuando se pusieron de pie con la intención de dirigirse a la tarima principal.

—...y cuando regresen de Estados Unidos —le comentaba su compañero de equipo al chico de las mechas rubias—, ¿habrán dos Bokuto-san o dos Akaashi-san?

En los cinco segundos que le tomó desviar la mirada hacia el escenario y ver los instrumentos musicales que allí estaban adecuando, los latidos de su corazón alcanzaron una velocidad extremadamente peligrosa.

Atsumu.

El chaleco negro con finísimas líneas verticales se ceñía a su torso por sobre una camisa en el mismo tono, las mangas recogidas hasta los pliegues de los codos. La elegante corbata sujeta con un broche de plata oscura. La sonrisa de niño problema y esos caninos ligeramente más grandes resplandecían en su rostro concentrado en afinar las cuerdas del instrumento en su regazo. Los relucientes zapatos dando pasitos suaves sobre los aparatitos en el piso frente a él, testeándolos; y su voz, ese acento del que tantas veces se mofó, coordinando con los otros miembros de la banda la instalación de cables y otros dispositivos.

Aprendí a tocar la guitarra en la secundaria, le dijo una vez. En esa época Samu y yo competíamos por saber quién de los dos le gustaba más a la profesora de música. Él le preparaba dulces caseros y yo toqué un par de canciones para ella, pero la condenada estaba casada y no nos enteramos hasta el final del año.

Pequeñas piedritas negras destacaban en los lóbulos de sus orejas.

Me haría un piercing en la lengua. Solo que no te gustan, ¿cierto? Pero no me dan miedo las agujas para nada, soy valiente. Incluso me haría un tatuaje. ¿Qué me podría tatuar, Omi?

Múltiples luces se encendieron alrededor de la plataforma cuando todo estuvo listo para iniciar la presentación. Etéreo, así lo vislumbraba. Ligeras motitas de luz reflejándose contra su cabello, surcando además el espacio tras él, generando unos fulgores geométricos que se intersectaban convirtiéndolo en el protagonista esa noche, sin importar que los novios fueran otros. Si tan solo pudiera decírselo, probablemente él reiría, se burlaría de su modo de describirlo, de los temblores que su cuerpo vociferaban. Atsumu, quería decirle. Por favor regresa. Te extraño tanto...

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Qué canción tocó Tsumu para los novios?


cuidense montones y coman sus verduras,

m.

Basado en hechos reales | Sakuatsu  [Haikyuu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora