Beatus Ille || Renle

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—Chenle, ¿podrías pasar y darme tu opinión sobre esto? —preguntó el abuelo a su nieto, separándose del chisme, como lo llamaría el más joven, que acababa de retocar.

El nombrado se encontraba preparándose un sándwich de mermelada de frambuesas. Mejor dicho, ya había terminado de prepararlo y estaba a punto de darle el primer bocado cuando fue groseramente interrumpido por su familiar.

Su abuelo no era un hombre muy mayor, pero sí muy rico. Vivía con él ya que sus padres siempre estaban viajando por trabajo, y él mismo lo había decidido así. Desde pequeño había sido más hijo de su abuelo que de sus padres, porque desde entonces había vivido con él y apenas visto a los otros. A veces incluso cuando volvían a Shanghái tampoco iban a visitarles; era lo mejor.

La relación entre ellos no era la demasiado buena, aunque tampoco se llevaban mal. Ninguno de ellos tenía la intención de mantener una comunicación por mucho que fueran padres e hijo. Había sido así desde tanto tiempo que al menor ya no le importaba.

Residir en una mansión con un laboratorio incorporado no era exactamente lo que Chenle se imaginaba como una vida perfecta, pero tampoco podía quejarse. De entre todos sus compañeros de grado, él era el que siempre ponía la casa para las fiestas, y con únicamente su habitación llegaba para meter a todos los que le caían bien en su clase, que tampoco eran demasiados, pero los suficientes para una fiesta divertida, que para ellos consistía en llevar sus instrumentos y montarse un concierto improvisado y sin público. Ahora que estaban en vacaciones de verano, harían esto mucho.

En resumen, estaba bastante contento con su vida, y quería mucho a su abuelo, aunque pensara que es un lunático, y le molestara en su momento a solas con el sándwich.

—¿Es muy importante? —preguntó de vuelta. Como buen adolescente entrando en la edad adulta que era, no le apetecía para nada obedecer a esto, y que si podía librarse, lo haría.

En realidad, era legalmente un adulto, pero no aparentaba serlo por la imagen juvenil y extravagante que daba; su pelo, aunque de por sí era oscuro y a juego con sus ojos, tenía un baño en un tono todavía más negro, y restos de unos reflejos azules que se habían quedado ahí después de que pensara en el instituto que le quedaría bien. Siempre iba maquillado, aunque no demasiado, le gustaba usar base y algo de sombra en los ojos, para crear más contraste, y, en alguna que otra ocasión especial, puede que delineador y algo de color en los labios. Cuando iba a tocar con sus amigos, por ejemplo, para meterse más en el papel de estrella musical. En cuanto a su ropa, tenía un fondo de armario que cualquiera con su edad envidiaría, y sin esforzarse en conjuntar terminaba bien vestido cada día y sin repetir conjunto ni uno solo. Su estilo estaba muy definido, adoraba los complementos como pulseras y collares, así como las mangas, aunque por encima llevase una camisa de manga corta o hasta una sudadera, siempre varias tallas por encima de la suya, pero jamás podían faltar las mangas de cualquier estampado, colorido e infantil o negro con calaveras, dependiendo del día. Hoy por ejemplo, iba bastante sencillo y cómodo, ya que no pensaba salir de casa, con una camisa y unos pantalones vaqueros era suficiente.

—¡Sí! —le gritó el otro. Entendió que si no iba inmediatamente se ganaría un sermón o incluso un castigo, así que dejó el bocadillo en el plato y se dirigió hacia el estudio de su abuelo, desganado. Aunque fuera mayor de edad, y viviera en parte como un rey, además de que su relación con su abuelo era muy buena, más le valía hacerle caso cuando le pedía algo, o tomaría represalias.

—¿Qué es esta vez? —preguntó llegando allí, viendo al hombre mayor en su uniforme de laboratorio, con bata y gafas incluidas. Se quitó estas últimas para ver bien al otro.