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—Renjun, ¿no tienes nunca nadie con quien hablar? —preguntó. Le estaba gustando mucho la conversación que mantenían, que estaba durando probablemente más que una película, pero en la que podían hablar de temas muy diversos y conocerse mejor mientras se iba adentrando la noche cada vez más. —. ¿No tienes algún amigo o amiga que venga de vez en cuando? Alguien con quien puedas hablar o divertirte —volvió a decir, ya que el otro se quedaba callado pensando una respuesta por demasiado tiempo.

—Desde que no soy un niño no he pensado siquiera en tales cosas —rio después de unos segundos más. Viviendo solo y tan alejado de todo, no sabía cómo podría hacer algún amigo, pero eso ni siquiera era una preocupación para él. "¿Para qué necesitaba un amigo?" se preguntaba.

—Entonces yo podría ser tu amigo —le propuso. Eso no sonaba como una idea tan mala, y si ser amigos significaba compartir platos deliciosos de carne y pasarse horas hablando, le parecía bien.

Chenle estiró su brazo hacia él, con el puño cerrado y el meñique extendido, para cerrar y hacer oficial su amistad.

—¿Qué es esto? —preguntó el albino, sintiendo sus conocimientos sobre lo que es la amistad y esas costumbres raras estaban siendo asumidos.

—Es un gesto para hacer una promesa. Debes entrelazar tu meñique con el mío, y juraremos ser amigos a partir de ahora —explicó, y el mayor sonrió, le gustaba esa costumbre, era divertida. Hizo lo que el chico le indicó, y después de unos segundos volvieron a separar sus manos.

—¿Tú tienes más amigos? —le preguntó después de un momento en el que se recuperaba de lo tierno que había sido aquello, y el otro todavía sonreía embobado. Tal vez eso de tener amigos era algo más útil en el futuro; ahora mismo no se le ocurría ningún motivo para tenerlos.

—Sí, algunos compañeros de universidad y amigos de la infancia, pero nunca ninguno me hizo pastelitos de arroz —dijo, haciendo reír al contrario, aunque todavía no tenía muy claro el concepto de "universidad".

—Entonces los volveré a hacer —respondió con una sonrisa en su rostro. Si tanto le habían gustado, y haciéndolos podría de algún modo agradecerle todo en lo que le ayudaba él, lo haría.

—Que ni se te ocurra trabajar por mi culpa, ya tienes bastante —le dijo, preocupándose por haber implicado en sus palabras anteriores que le gustaría que volviera a hacerlos, cuando la verdad era que dejaría de comer pastelitos de arroz para siempre si así Renjun podía descansar.

—Pero no es ningún trabajo, son muy fáciles de hacer —insistió, y le pareció gracioso que lo estuviese tratando casi como a un emperador que no podía trabajar; llevaba toda su vida haciéndolo y no se moriría por hacer postres de vez en cuando para él.

—Podrías enseñarme y los hago yo para ti —propuso. Él podría perfectamente ir a una pastelería o cualquier tienda de comida y comprarle un postre mucho más complicado y hasta más delicioso, pero en nada se compararía a hacerlo por él mismo.

—Me parece bien —aceptó. No le interesaba demasiado que le hicieran pastelitos de arroz, es decir, podía hacérselos él mismo, pero le resultaba agradable que el otro quisiera hacerlo por él. —. ¿Tienes sueño? Es muy tarde —le preguntó cuando era él quien tenía sueño, y eso que Chenle llevaba bastante más tiempo despierto, pero estaba más acostumbrado a trasnochar.

—Sí, ha sido un día largo. ¿Te importa que me quede hoy a dormir? —preguntó. Suponía que no habría ningún problema; ya se lo había ofrecido el día anterior porque supuestamente era tarde, y hoy lo era mucho más.

Beatus Ille || RenleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora