∙. •*°.°∙ 結束 ∙°. •*°.∙

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—Esta es mi habitación —dijo el menor después de abrir la puerta de dicho cuarto. Tras él, iba el albino, que le seguía a todas partes mientras le hacía un tour por la casa. Era en todos los sentidos una mansión, y ya estaba bastante confundido y desorientado, pero se alegraba de que estuvieran ya en el destino final. Ya había visto bastantes habitaciones, y salas, pasillos eternos, el laboratorio, almacenes...

Llegar a la habitación, escuchar el sonido de la puerta cerrándose, y respirar con descanso por unos segundos fue un auténtico alivio para él. Pudo tomarse ahora un tiempo para observar el espacio a su alrededor; había muchas cosas por ver, detalles y objetos que no dejaba de encontrar cada vez que observaba a alguna esquina.

—Es más grande que toda mi casa —comentó, e hizo reír al contrario, mientras seguía observando todavía desde la puerta. La cama de Chenle era grande, y parecía cómoda a simple vista, estaba seguro de que lo era, y estaba seguro también de querer lanzarse a ella y dormir un rato.

—Piensa que ahora también es tuya —respondió, animándole con un paso hacia delante a avanzar a él también. Al hacerlo pudo ver con mayor precisión cada detalle de la habitación, había tantas cosas que no sabía en qué fijarse exactamente, pero hubo algo que llamó su atención más que lo demás.

—¿Qué es esto? —preguntó señalando un objeto negro y delgado. Parecido a un piano, tal vez, pero más pequeño, y con botones. Si le preguntaban, diría que era una mezcla de un piano y la máquina del tiempo que había usado para llegar hasta allí, pero todo parecía eso. Lo que habían llamado microondas, hasta las puertas y aquellos aparatos para llamar a la gente que está lejos. Todo era en el fondo metal con botones y brillos. Excepto las puertas, estas no brillaban.

—Un teclado. Pruébalo si quieres —dijo, e inmediatamente lo hizo. Pulsó un par de teclas con curiosidad, y un poquito de miedo. Sonó como debería hacerlo un piano, pero después de que Chenle introdujera una especie de contraseña de botones, empezó a sonar como un instrumento de viento, y luego con sonidos que no eran de instrumentos, con eco, con filtros, y al final se encontraron ambos jugando por un buen rato y riéndose con aquel teclado que antes para el menor parecía de lo más aburrido y simple.

Supuso que cuando mirabas algo con nuevos ojos, casi todo podía ser maravilloso. Enseñarle su mundo a Renjun podía ser un muy buen ejercicio para apreciar más todo lo que tenía, pensó.

—Tienes muchos libros —contempló el mayor apartando su atención del instrumento. Chenle tenía una estantería, y tampoco eran demasiados los libros que tenía, y muchos de ellos eran lecturas que tuvo que hacer durante el instituto, y muchos otros ni siquiera los había leído, y entre otros que eran cómics, le hacía gracia que el chico pensara eso.

—También puedes leerlos, todo lo que hay aquí es de ambos —respondió, aunque sabía que había tan solo uno o dos libros que eran interesantes. Si en verdad le gustaba leer, era mejor que le pidiera alguno de los suyos a su abuelo, que tampoco se negaría a prestárselos.

—¿Y esa bandera? — La estantería estaba sobre la cama, y, en el techo, se encontraba la tela multicolor que representaba su colectivo con orgullo. Tal vez era la parte de su cuarto que más le gustara (no solo por la bandera, sino porque su techo era ciertamente bonito y guardaba muchos recuerdos de su infancia, como unas pegatinas de estrellas que brillan en la oscuridad que pegó cuando todavía le daba miedo la oscuridad), pero ahora le parecía incluso exagerado y difícil de explicar tener aquello. Era tan incómodo como aquellas veces que venía alguien de visita, como amigos de su abuelo, y no sabía muy bien qué decir, solo se quedaba sonriendo expresando algo así como "sí, soy así de gay" y esperando que nadie dijera nada.

—Es la bandera LGBT, representa a todo el colectivo de sexualidades e identidades de género —explicó, con esa misma sonrisa. No sabía qué reacción esperar, pero seguro que no esperaba que Renjun se dejara caer en su cama, mirando al techo, y suspirara, sonriendo también.

—El futuro es impresionante —dijo en un segundo suspiro, e hizo al menor reír. Rio tanto, que se tiró en la cama a su lado teniendo que agarrar su estómago. De todas las respuestas que le habían dado a su explicación sobre la bandera, era sin duda la mejor.

—Ahora es tu presente —comentó cuando pudo calmarse. Suspirando también. Se giró para mirar a su compañero, y este todavía observaba al techo. Como había dejado una ventana ligeramente abierta, entraba aire y revolvía un poco su pelo, y mientras él se fijaba en lo impresionantes que eran sus ojos. Jamás se cansaría de admirarle.

—Cierto —respondió, girándose también hacia él, por lo que quedaron cara a cara. No estaban tan cerca el uno del otro, pero sí lo suficiente como para que el menor se pusiera nervioso, y, para que no lo notase si se sonrojaba, se levantó y quedó sentado en la cama.

—Me muero de ganas de enseñártelo todo, de presentarte a mis amigos, y de que aprendas un montón de cosas que aún no conoces —dijo, ahora con la mirada perdida en el suelo de la habitación. Había buscado rápidamente un tema de conversación para cambiarlo, y al parecer había funcionado. Pero tampoco mentía con sus palabras o hablaba por hablar; realmente quería mostrarle todo lo que pudiese en su mundo, y todavía le costaba creer que podría hacerlo.

—Y yo, pero prefiero que vayamos despacio; mucha información de golpe sería demasiado —rio el otro, también sentándose para quedar a su lado. Volvieron a mirarse, esta vez estando el menor más cómodo con ello. Renjun pensaba en lo mucho que le hubiera gustado haber nacido desde un primer momento en esa época y no tener que pasar por todo aquello; ahora tendría que aprender a su edad a utilizar un teléfono móvil, y el contrario ya se temía que sería peor que enseñarle su funcionamiento a un anciano.

—Entonces iremos despacio —sonrió con ternura. Tal vez su mayor talento no era tener paciencia o ser un buen profesor, pero pondría todos sus esfuerzos en ayudar al mayor en todo, estaba convencido y muy dispuesto a ello. Perdido en estos pensamientos, no se fijó en el chico acercándose a él y plantando un pequeño beso en sus labios. Le sorprendió tanto que por unos cuantos segundos no supo cómo reaccionar, y para cuando lo hizo ya estaba lo bastante rojo como para que resultara vergonzoso. Fingió enfado para ocultarlo. —. ¿¡A eso lo llamas tú ir despacio?! —gritó, puede que demasiado alto. Aunque él estaba alterado, el otro solo podía reírse de manera burlona del pobre chico.

—Hombre, han pasado unos 300 años desde la última vez, vamos bastante lento a mi parecer —dijo, todavía riendo. Esto no hacía más que confundir al pelinegro. ¿Eso qué significaba? ¿Eran novios ya? ¿Siquiera le gustaba a Renjun? Tantas preguntas y estaba completamente seguro que sí que era demasiado precipitado intentar responderlas ahora, o tal vez no, pero estaba tan avergonzado y confuso que no quería ni preguntar.

—¡Pues al menos avísame la próxima vez! —se limitó a gritar, causando más risas todavía en el albino. Él seguía como un tomate, pero aún así no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa al relajarse. Si esa iba a ser su vida a partir de ahora, no se quejaba.

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Nota de autora

Muchísimas gracias por leer, como siempre, me ayudáis muchísimo con vuestro apoyo y me animáis a no dejar de escribir. Estoy deseando terminar la época de exámenes para poder dedicarle más tiempo, pero mientras tanto me comprometo a seguir subiendo cositas y avanzar en una nueva historia que me hace mucha ilusión, ¡Estad atentos para más! 🎐

Beatus Ille || RenleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora