Beatus Ille || Renle

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—¿Ya has regresado? —preguntó en voz alta Chenle saliendo de la máquina y tratando de dejar todo como estaba antes de utilizarla. Creía recordar que justo antes de irse, su abuelo había llegado, así que lo único que le quedaba por hacer ahora era improvisar para que se creyera que no había hecho nada malo.

—¿Regresado? ¿desde cuándo hablas así? —preguntó el otro aproximándose al laboratorio, el menor lo notaba por como su voz se iba escuchando cada vez más cerca. Agradeció que la casa fuese bastante grande, y le diera tiempo de colocar la sábana cubriendo las pruebas y colocarse junto a otros cacharros fingiendo que los observaba para cuando su abuelo llegó.

Cuando lo hizo, no era para nada obvio que le había desobedecido, incluso había improvisado bien, pero eso no le libraba de alguna sospecha; el diablo no es sabio solo por ser diablo.

Tomó aire con fuerza cuando se dio cuenta de que no llevaba puestos los mismos pantalones que antes, y en cambio los suyos habían quedado en el pasado. Agradeció que su abuelo nunca se fijara en su ropa, y rezó para que no identificara estos nuevos como unos que no había visto nunca antes.

—Tengo estudios, soy culto, abuelo —respondió a la pregunta, para no dejar un silencio en el que le diera tiempo a darse cuenta de su ropa. Siempre le molestaba con ser más inteligente que él solo porque era un científico loco, y Chenle se había especializado por la rama artística. Lo respetaba, pero no perdía ninguna oportunidad que se le presentase para molestarle con preguntas científicas o para recalcar las cosas que sabía, aunque después le comprara todos los instrumentos y discos que quisiera para compensarlo.

—A veces se me olvida que estás haciendo educación no obligatoria —dijo, mirando a la nada como si lo estuviera diciendo en serio y no para reírse de él. Chenle chasqueó la lengua, y apartó también la mirada intentando no hacer caso a sus palabras. No era su culpa que la física o la química no llamaran su atención, aunque era bastante bueno en matemáticas. Eso nunca se lo diría a su abuelo.

—Si has terminado de llamarme ignorante; ¿puedo comer mi sándwich ya? —le preguntó, fijándose en que había dejado tras él un par de bolsas de la compra, en las que probablemente iría su ansiada mermelada. Como el anterior bocadillo se lo había comido el mayor, esperaba que ahora le compensase haciéndole uno nuevo.

—Háztelo —respondió su abuelo, desafiando lo que el otro pensaba que haría, y haciéndole enfadar en el acto. Por mucho que fuera su mayor, además de su familiar, no dejaría que se aprovechara de él de esa forma, y mucho menos se quedaría sin su cena.

No, el medio plato de arroz que había tomado hace apenas unos minutos, no resultó suficiente.

—¡Esto es injusto! —se quejó en un tono de voz bastante más alto, haciendo que el contrario llevara sus manos cerca de sus oídos; no tapándolos, porque ya no estaba gritando, pero si manteniéndose alerta por si volvía a hacerlo. No le resultaba exageradamente insoportable que gritara, y ni siquiera era tan estruendoso, pero así lograría molestar más al menor diciéndole indirectamente que era ruidoso.

—Me lo comí por tu bien, hijo. No sabemos qué clase de partículas tóxicas pudo adquirir al empequeñecerse —dijo, fingiendo bondad y preocupación por su nieto, y acercándose a él para abrazarle por los hombros. Chenle había heredado sus cualidades dramáticas de él, sin duda, ya que ambas eran ciertamente nulas.

—Aunque eso fuera cierto, no te da el derecho de robármelo... —suspiró, rindiéndose y comprendiendo que tendría que prepararse la cena él mismo. Salieron juntos del laboratorio, y el mayor lo cerró con llave, pero dejando esta en la puerta al alejarse. Chenle saltó de alegría en sus interiores; si llegaba a llevársela, sería infinitas veces más complicado conseguirla y abrir la puerta para volver con Renjun. La suerte parecía estar de su parte.