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Nos saltaremos todo el viaje; vuelven a ser las 5 de la mañana, época contemporánea, Shanghái, y Chenle, apresurado, sale de la máquina del tiempo intentando no hacer ruido para no despertar a su abuelo y poder ir a por comida tranquilamente.

Fue en silencio y caminando con cuidado hacia la cocina, donde buscó algo que le pudiera servir. Revisando por armarios y en la nevera, se dio cuenta de que lo más sensato era llevar cosas como fideos instantáneos y comida precocinada; no era lo más sano, pero si llevaba carne o verduras frescas, primero, su abuelo lo notaría, y, segundo, tendría que volver en un par de días a por más, ya que allí no hay ningún método de refrigeración o forma de mantener frescos los productos. Así que estaba decidido.

Tomó una bolsa de tela, y empezó a meter en ella estos productos, todo el que encontraba. Terminó llenándola con provisiones que, para dos personas, servirían para alimentarles por aproximadamente dos días según sus cálculos. Era un adolescente que consumía mucho este tipo de comida, y que además vivía con un adulto que tampoco adoraba cocinar, pero eso no significaba que todo lo que había en su casa era eso, y, aunque tenía, tampoco era una barbaridad.

Además, como su abuelo había hecho la compra él solo había traído pocas cosas, y casi nada para su nieto.

En definitiva, no era mucho, pero tampoco podía hacer mucho más. No podía gastar más tiempo y arriesgar que su abuelo le descubriese, así que con eso se conformó y fue de vuelta al laboratorio, donde encontró la máquina tapada.

Estaba casi seguro de que él no la había tapado; no era tan precavido, pero tampoco tenía tiempo para dudar sobre eso, así que simplemente lo destapó y siguió el procedimiento de siempre, pero un problema se interpuso en su camino; al pulsar el botón grande, el que abría la puerta, esta se mantuvo intacta. No se abría. Por muchas veces que pulsara el botón repetidamente, o que lo hiciera más fuerte, nada.

Chenle entró en pánico, y, ya que había más botones que ese, comenzó a intentar pulsarlos para ver si ocurría algo.

—Buenos días. —Una voz fácilmente reconocible le hizo saltar del susto, por impulso tirando la sábana de nuevo tapando la máquina, como si esto le salvara de ser descubierto, aunque era evidente que ya era tarde.

—¡Ah! —gritó el chico por el susto, girándose también al tiempo que lanzaba esa manta, y viendo a su abuelo en la puerta de la habitación con una clara expresión de enfado.

—Silencio, son las cinco de la mañana, ¿A dónde te crees que vas? —preguntó en un tono serio. El menor miró sus pies, sin saber bien qué responder. No era ni de cerca la primera vez que se enfadaba con él, y era algo más bien común que le gritase, por lo que no estaba realmente asustado, pero jugar con sus manos como si estuviera verdaderamente arrepentido era su método para hacer la disculpa más fácil. —. Chenle... ¿Dónde ibas? —Volvió a preguntar viendo que de la otra forma no recibiría una respuesta, esta vez un poco más tranquilo.

—1691... —contestó ahora sí el chico, mirando al suelo. El mayor no pareció sorprenderse mucho por esto, y simplemente siguió preguntando como si esa conversación fuera normal.

—¿Tienes una doble vida allí? —cuestionó esta vez, con tono acusatorio. Él no podía saber cuánto tiempo llevaba Chenle allí; si eran unas horas, días, meses o años, y no solo era peligroso por los cambios que podía causar en el presente, sino porque el tiempo que viviera en otro año, él también lo envejecería.

Beatus Ille || RenleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora