Niebla en esencia.

Sueñas, crees, esperas, permaneces abierto a cualquier opción, la más simple, la más cobarde. Las ideas más grandes se empequeñecen al encerrarse en el círculo de hierro de su soledad. Te sientes vacío, oscuro, y recurres a aquellos diáfanos, ligeros e implacables versos que flotan en la imaginación, a ese imperceptible hilo de luz que ata entre sí los pensamientos más absurdos que nadan en su caos, nacidos desde tu más débil y profunda inocencia.

Aire que besa, corazón que llora, águila del dolor y la pasión, cruz resignada, alma que perdona, risa traidora, verdugo del ensueño y de la luz, perfumado puñal, beso vengador que pides a gritos ser escuchado, ideas sin palabras, palabras sin sentido, faltas de cariño que no tienen nada más de qué hablar.

Actuad por vosotros solos, embriagad con vuestra pasión el silencio de lo fuertes, el corazón de los débiles, el calor de los solitarios, la mente de los valientes. Saber de dónde vengo y a dónde me llevarán mis pasos, tal es la inspiración, tal es nuestra razón, de avanzar de la mano de ese murmullo llamado deseo, de gritar en silencio, de callar entre gritos, de emparejar los pensamientos con palabras artificiales que dejan un recuerdo de amarga indiferencia.

Vives, luchas, avanzas, desechas lo que un día te pareció imprescindible, imposible de ser enterrado entre vacías historias como un vulgar trasto en el fondo de tu alma. Creer que mañana será otro día cuando ya es demasiado tarde.

                                 Pach.