Llena mis fauces con tu amor

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Liu Qingge x Shen Qingqiu

Tags: AU Cultivación / Vore suave / Serpiente Shen Qingqiu / Tigre Blanco Liu Qingge / Relación preestablecida / Todo es consentido

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La definición de Dios en este mundo es ambigua y la mayoría de las veces se usaba en forma incorrecta. Para los humanos comunes aquellas personas que al dedicarse a la cultivación y lograr ascender, se convertían en dioses, para dichos dioses, ya que vivían en este mismo mundo que los mundanos pero no interactuaban con ellos, no les molestaba ser llamados así.

Personalmente Shen Jiu, Shen Qingqiu, aunque le llenaba de orgullo haber logrado alcanzar dicha denominación, si lo pensaba detenidamente, ni él ni los otros dichos "dioses" deberían llamarse así. Lo más cercano que hacían por la gente era matar demonios y eso era más por cuestiones políticas y de guerra que por decisión personales de erradicar el mal del mundo (había excepciones claro, pero Shen Jiu no estaba dentro de ella).

Pero en este mundo donde existían los dioses, existían seres que se cultivaron hasta lograr ascender y adquirieron forma humana, pero como originalmente no eran humanos, normalmente se les catalogaba como demonios, incluso cuando su núcleo no era demoniaco. Era un detalle pequeño que en la practica molestaba mucho a Shen Qingqiu, ya que siendo el señor de la cima Qing Jing, uno de los títulos con los cuales era llamado por cualquier persona que intentaba mostrar las buenas costumbres de los "dioses", fue Dios Demonio She Shen Qingqiu. Lo cual, explicado anteriormente, es incorrecto.

Liu Qingge siempre se quejaba de que por qué se ponía de mal humor por ese detalle. Y obviamente preguntaba, ya que en la pasta de carne de sardina sin ninguna neurona funcional de Liu Qingge no se sentía disconforme porque las Bestias Celestiales están en otra categoría distinta a la de Dioses y Demonios.

A veces era doloroso que el único otro señor de cima en ser cambia forma que existía en la Montaña Cang Qiong, fuera el tigre de sangre pura, Liu Qingge.

Más doloroso era saber que no importaba cuanto lo maldijera por no hacer funcionar más de una neurona a excepción de las batallas, Shen Qingqiu estaba perdidamente enamorado de él.

Estaba, tan malditamente enamorado y tan desesperado y sediento de Liu Qingge, y sabiendo que este haría cualquier cosa para aplacar su mal humor, que se arriesgó e hizo una solicitud que no hubiera hecho de otra manera. Fue simple la verdad, pero a la vez difícil. Fue fácil decir tonterías, como que las serpientes tenían una tradición muy, muy antigua perdida hace miles de años que encontró en unos pergaminos casi desintegrados en una cueva, una forma de demostrar su confianza a la pareja que deseaban estar de por vida. Fue difícil porque era vergonzoso tener que recurrir a estas escusas para lograr su objetivo.

Sorprendentemente Liu Qingge acepto, sin ninguna vacilación. Incluso bromeó con que le debía una cena romántica y como penitencia por no acordarse, ahora él era el postre.

(El humor de Liu Qingge a veces es extraño, pero de nuevo, Shen Qingqiu está demasiado enamorado para que le importe).

Y por eso allí estaban, con los muebles de su habitación compartida apilados en una esquina, mirándose fijamente, ambos con miradas acaloradas pero incomodas.

Liu Qingge había querido tomar la iniciativa, solo para que Shen Qingqiu pudiera relajarse y tomar el control de la situación después, pero Shen Qingqiu si era algo en la vida, era ser orgulloso y codicioso.

En esta situación ya era codicioso ¿Por qué no también mantener su orgullo ya que decidió este tipo de situación?

Así que su primer movimiento fue besar los labios de Liu Qingge, invadiendo su boca de forma suave y tranquilizadora, chupando el labio inferior cuando se alejaba y dejaba que esta vez fuera el otro hombre que invadiera su boca. De esa forma se mantuvieron entretenidos, besando la piel que tenían disponible, sin apresurar las cosas pero subiendo la intensidad y el calor de sus cuerpos. Un tiempo después, cuando se separaron, Shen Qingqiu tenía una mirada privilegiada de las manchas rojas que subían y bajan por el cuello de Liu Qingge. La satisfacción de saber que él las había hecho avivó esa llama que tenía dentro suyo, nunca intensa pero si constante, ahora estaba lo suficientemente viva como para que él por fin se rindiera a ella.

Todos los lados de mi amor por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora