Era una tarde alegre, aunque no precisamente en París. A las afueras, en uno de los pueblitos aledaños, una función se llevaba a cabo y el ambiente era tan festivo que los que por ahí pasaban, casi podían percibir el aroma a palomitas y caramelo, aunque no los hubiera.
Frente a todos se hallaba una joven vestida de mimo, con el cabello recogido en un chongo, la cara y cuello cubiertos de maquillaje blanco, vestido negro con blanco, medias blancas y guantes.
Con dificultad hacía malabares con tres pelotitas al son de la canción del acordeón que un vistoso bufón, vestido de color naranja, tocaba. Las personas se divertían con su expresión y las evidentes dificultades por las que estaba pasando. Finalmente las pelotitas de colores cayeron, y el mimo quedó con expresión triste.
Entonces pasó a su siguiente actividad. Fingió encontrar una sombrilla, extenderla y ponerla sobre ella para bailar dando vueltas y andando en círculos. Eso fue solo por un rato, hasta que hizo una expresión aburrida y el ademán de arrojar la sombrilla sobre su hombro, ya no interesada en el objeto; en cambio, fingió sacar un espejo de alguna parte de su vestido. Con él se arreglaba y se retocaba los labios, sin tener en realidad un labial en la mano.
La joven avanzó hacia el público que se había congregado alrededor, y comenzó a examinar a los caballeros muy de cerca al tiempo que les hacía expresiones coquetas, con la evidente intensión de ponerlos ansiosos.
Finalmente le pidió la mano a uno de ellos. El hombre, avergonzado, dio un paso al frente y la sostuvo de la cintura para bailar con ella. Dieron unas cuantas vueltas, pero después de un rato, la mimo parecía haberse aburrido de nuevo, pues ahora sacaba a una mujer del público y la juntaba con el caballero para formar una pareja de baile. El caballero y la dama, se unieron en un baile tímido, mientras que la joven nuevamente bailaba alrededor sosteniendo su sombrilla invisible.
Desde el carruaje, los demás observaban algo divertidos el espectáculo, no solo por la pareja que yacía avergonzada frente al resto del público, sino por el autocontrol y dominio de la situación que mantenía su amiga. Era sorprendente el cambio, pues los primeros días había estado francamente asustada.
Twilight estaba terminando de arreglarse el extravagante atuendo, que dejaba al descubierto sus brazos y ombligo, cuando Fluttershy entró, soltando un gran suspiro. De inmediato, Rarity salió, luciendo absolutamente radiante.
-Cielos... aún no me acostumbro a presentarme ante tanta gente... Pero creo que lo domino un poco más, ¿no creen? -comentó una vez que pudo abandonar su mudo papel.
Discord rió.
-Claro que sí, querida, pero tendrás que practicar aún más. Como mimo aún no usas tu voz, pero tengo planes para ti.
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El fantasma Discord de París.
Fiksi PenggemarFluttershy, Rainbow Dash y Rarity se mudan del campo a la ciudad de París, donde Rarity ha soñado siempre poner una boutique de ropa. La ciudad tiene muchas cosas nuevas e interesantes que ofrecer, pero además es el lugar donde Fluttershy se encuent...