No quería que Jos se fuera, porque sabía que luego tenía que enfrentarme yo sola a un montón de sentimientos que no deben de estar dentro del corazón que ahora latía dentro de mí cuando lo veía a él.
Me mordí las uñas con nerviosismo, ideando quién sabe cuántos planes para evitar a Alonso, porque sí, eso es lo que haría, después de haberlo pensado y repensado, la decisión más sabia era evitarlo, así, a lo mejor, los absurdos sentimientos desaparecían. Miré el reloj con nerviosismo, como alguien que teme que el tiempo de un examen se acabe cuando no vas siquiera a la mitad. Faltaban doce minutos para las siete de la tarde.
Contárselo a Jos y que este me hiciera ver las cosas con claridad, había servido sólo para atormentarme; porque ahora ese era exactamente mi problema, todo estaba ya claro y yo estaba enamorada de alguien de quien no debía. Tanto tiempo compartido había traído consecuencias fatales para mí.
¿Y si no le abro? Pensé. Cuando llegara podría ignorarle y no salir a abrirle, así, él se iría y yo no tendría que atormentar a mi corazón, haciéndolo latir para luego ordenarle que se callara. Corrí a mi habitación, dispuesta a embarcarme en mi mundo e ignorar los ruidos externos, y eso incluía el llamado a la puerta que en cualquier momento se oiría.
Conecté mi reproductor de música al par de bocinitas que papá me había regalado en el cumpleaños número diecisiete y dejé que la música sonara queda por toda la habitación. Mientras sonaba la primer canción de la lista, aquellos golpeteos en la puerta tan reconocibles ya, se escucharon, haciéndome latir el corazón con un palpitar que resultaba ridículo. Traté de ignorarlos y sobre todo, ignorar el pensamiento de saber quién era el que estaba detrás de la puerta. Pero los golpecitos se aferraron a seguir llamando y era como si su sonido me incitara a correr y ver el rostro que ahora se proyectaba en mis sueños. Arranqué de un jalón el reproductor y conecté los auriculares blancos para luego llevarme cada uno a los oídos, haciendo girar el círculo para que el volumen subiera y me atronara en los oídos indefensos. Me tumbé sobre la cama y cerré los ojos con fuerza, produciendo una que otra arruguita en el parpado. Enterré la cabeza en la almohada y luego canturrié algunas estrofas de All the small things de Blink 182, que sonaba con potencia en mis oídos, haciendo de mi voz sólo un farfullar ahogado que nada más yo entendía.
Así pasaron casi cuarenta y cinco minutos hasta que decidí que no quería quedarme sorda antes de los treinta y bajé el volumen hasta desvanecerlo completamente y luego apagarlo. Suspiré, ¿con qué cara vería ahora a Sharon? ¿Podía acaso ser tan hipócrita como para mantenerle la misma sonrisa “sincera”? Ella no merecía que nadie le hiciera daño, nadie y mucho menos yo, ella ya había sufrido tanto y ahora, no podía permitirme hacerle daño. Contemplé el techo blanco por un rato, sintiéndome la persona más pérfida como amiga. Entonces oí cómo la puerta se abrió y luego la voz de Sharon y la de Alonso mezcladas. El corazón me latió por dos cosas, de nerviosismo y ansiedad.
―¡Alice! ¿Estás?-preguntó Sharon en un sonoro grito.
¿Y ahora qué se suponía que debía hacer? ¿Salir y portarme como si nada, siendo hipócrita hacía con Sharon y ordenando callar a mi corazón cuando Alonso se acercara ó quedarme encerrada en mi habitación y hasta quizá ocultarme en el armario para siempre?
―¡Allí estás!-dijo Sharon, con alivio, abriendo la puerta de mi habitación y haciéndome sentir descubierta bajo la mirada verde de Alonso que se mostraba en segundo plano.
Le sonreí, totalmente nerviosa y atontada debido a que no tuve la oportunidad de salir corriendo por la ventana, aunque hubiera sido mala idea por los tres pisos que había antes del suelo. No pude mirar a Alonso, o mejor dicho mantener mi mirada en él, mientras él me veía; pero tampoco pude hacerlo con Sharon, porque ella quizá podría ver en mis ojos alguna aflicción. Y no estaría del todo equivocada.
―¿Por qué no le abriste a Alonso?-preguntó, entre tanto que yo bajaba de la cama y me acercaba para salir de mi habitación, aunque no quisiera.
―Oh, perdóname-intenté mirar al interpelado pero su mirada me derritió el corazón incluso antes que éste pudiera latir, así que me apresuré a hablar para quitarla rápido-. Es que me quedé dormida con la música a todo volumen-me excusé y luego me dirigí hasta la cocina para tomar una manzana, pero más para huir de ambos. Porque por el lado que sea, yo me sentía culpable.
―No, no te preocupes-me dijo Alonso y su voz hizo que las piernas me temblaran.
―Lo encontré sentado afuera, quién sabe por cuánto tiempo estuvo allí-musitó Sharon y por la colilla del ojo miré cómo se giró hacía Alonso para darle un abrazo cariñoso.
El hecho de que no quería admitir que me daban celos, no evitaba que los sintiera. Entonces el timbre sonó interrumpiendo el beso que estaban a punto de darse y corrí alegre a abrir la puerta, dándole gracias a quién sea que estaba del otro lado.
Cuando abrí, un ramo de rosas rojas le tapaba la cara a alguien y sólo divisé las viriles manos que lo sostenían. Todos nos quedamos observando, confundidos y curiosos, hasta que el ramo de rosas bajó y pude ver el bello rostro juvenil de Bryan, sonriéndome
―Hola-me dijo.
―Hola-musité, aun confundida.
―¿Puedo pasar?-preguntó.
―Adelante-animó Sharon, esperando ver la escena que ya imaginaba.
Recordé las palabras de Jos de esta mañana, y me esforcé de verás por no sacarle provecho al asunto. Al menos no a propósito.
Bryan condujo sus pies hasta quedar atrás de mí, y luego yo cerré la puerta, temiendo por lo que pudiera pasar a continuación.
―Ten. Es para ti-me dijo cuándo le miré y me extendió el ramo.
No quería, pero no pude evitarlo y miré por la colilla del ojo a Alonso, quien tenía un ceño ligeramente fruncido. Luego a Sharon, quien con ojos como platos contemplaba la escena, ajena a la expresión de su novio y completamente emocionada; como de esas niñas que ven un espectáculo de navidad en primera fila y apenas pueden esperar para saludar al sujeto gordo vestido de Santa Claus.
―Gracias, Bryan-tartamudeé, tomando el ramo.
―Te dije que lo haría y bueno, yo siempre cumplo-musitó.
Antes de que pudiera yo decirle algo, Sharon habló, pero para Alonso.
―Oh, amor, eso me hizo recordar-dijo-. Gracias por la rosa-besó su mejilla.
Alonso, desconcertado, frunció el ceño.
―¿Cuál rosa?-preguntó.
Oh, oh. Pensé.
El corazón se me aceleró en un intento de explotar de nerviosismo y las manos desprendieron un poco de sudor frío.
―¡Eh, Alonso!-dije, adelantándome a la situación-. La rosa que le dejaste a Sharon ayer, como disculpa porque no pudiste venir, ¿recuerdas?-rogaba porque Alonso me siguiera la corriente y también porque no se molestara conmigo.
Miré de reojo a Bryan, quien sabiamente guardaba silencio y su rostro me decía que trataba de comprender lo que estaba sucediendo.
Los ojos de Alonso me miraron, extraños. Fue una mirada que no supe describir, sus ojos algo me dijeron pero yo no entendí, estaba demasiado nerviosa como para ponerme a descifrar el mensaje que me gritaban. Luego de un silencio, Alonso retiró su mirada de mí y le sonrió a Sharon.
―Sí, ya recuerdo-musitó-. De nada-dijo.
Suspiré de alivio.
Después de eso, Sharon volvió al ataque.
―Y Bryan, ¿a qué se debe tan gran detalle con Alice?-preguntó Shar, preparada quizá para la bulla.
Nota: Hola chicas!! perdonen por la tardanza de 10 millones de años luz :s, gracias por leer y esperar, las amo!!
ESTÁS LEYENDO
Manual de lo prohibido |Alonso Villalpando Fanfic| Adaptación
Fanfic>> A veces lo que más deseas es lo que no puedes tener<< Dos amigas. Un perfecto chico. |Adaptación|