Capítulo 10.

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Hasta pronto, Bryan-dije.
Cuando lo vi introducirse a su departamento, me giré a mirar a Alonso, quien seguía parado allí, de brazos cruzados y mirándome.
¿Decidiste hacerle caso a Sharon?-bromeó.
¿Qué?-inquirí, confundida.
Se separó de la puerta cuando yo me dirigí para abrirla.
Sí, eso de buscarte pareja-musitó, pero la broma ya no le salió como tal.
Exploté en estruendosas carcajadas.
Sólo salí a tomar un café con mi vecino para conocerlo mejor-expliqué-. Eso no tiene nada que ver con los planes macabros de Sharon.
Él río.
¿Con que son macabros? Se lo voy a decir, te acusaré-bromeó, divertido.
No hace falta, ella lo sabe-abrí la puerta y Alonso se introdujo detrás de mí-. ¿Si sabes que Sharon llega hasta las ocho verdad?-dije, sarcástica.
Lo sé, pero es que no tengo mucho que hacer y es mejor pasar el rato aquí mientras que la espero.
Bueno, es agradable tenerte aquí mientras que llega-pensé… esperen, esperen, no lo pensé, ¿lo dije?
Gracias, qué linda-musitó y en ese momento di gracias de encontrarme de espaldas puesto que todo el color se me subió al rostro-. Mañana saldremos todos, así podrás conocer a mi hermano, Jos, ¿lo recuerdas?-dijo, totalmente ajeno al caos que estaba habitando en mi interior debido a sus palabras.
Emm… sí, estoy emocionada-farfullé.
Jos también.
Así, planeamos lo que sería el día de mañana y estar a su lado lo encontraba cada vez más cómodo y magnífico. El tenía ese raro poder para maravillarme, dejarme sin el habla o adivinarme los pensamientos a veces; era simplemente sensacional y la fierecilla se regocijaba llena de felicidad; pero sólo hasta que llegaba Sharon, porque luego, al verlos reírse el uno con el otro y llamarse “amor” ésta empezaba a incomodarse y me hacía salir de la escena cursi que no queríamos ver ni ella ni yo. Porque empezaba a resultarme drásticamente incómoda.

¡Bestia, arriba!-Sharon tenía la costumbre de despertarme con golpes en la puerta, por eso era lindo que se fuera a trabajar.
Balbuceé entre la almohada y luego comprendí que los molestos golpes en la puerta no pararían hasta que Sharon me viera con los ojos abiertos. Me llevé los puños a los ojos y comencé a tañarlos para desemperezarme, luego abrí paso a un bostezo grande.
Me paré con pereza y abrí la puerta, Sharon estaba en la cocina buscando algo en el refrigerador. Me miró.
Ponte algo lindo, algo verde, a Jos le gusta el verde-dijo.
Estás loca-musité y me di la me di vuelta para vestirme.
Si quieres gustarle a Jos, escucha mis consejos-gritó desde la cocina.
No quiero gustarle a Jos, ¡ni siquiera lo conozco!-me quejé, saliendo de nuevo de mi habitación; increíblemente asombrada del esfuerzo de Sharon por emparejarme.
Sólo vístete, ¿quieres? Ellos llegarán en cualquier momento.
Eres perversa-la fulminé con la mirada.
Pero así me quieres-me sacó la lengua y me vi obligada a reír.
Tonta-dije.
Me vestí con una blusa azul turquesa y con unos jeans entubados, sólo por llevarle la contraria a Sharon. A los pocos minutos, oí el timbre sonar, y la fierecilla empezó a saltar de un lado a otro cantando el nombre de Alonso.
Salí de mi habitación al oír el murmullo de las voces, y allí junto al ángel de oro, reposaba otro. No era muy parecido a Alonso, sin embargo,  era muy apuesto, su cabello era negro azabache; su piel, casi del color de la de su hermano, sus largas pestañas hacían lucir sus ojos avellana, y cuando me sonrió, los pómulos se le elevaron notablemente.
Hola-musité.

Alice, mira, él es Jos-me dijo Sharon, empujándome por el codo hacía el par de ángeles.
Extendí la mano para saludarle y él respondió mi saludo.
Hola-me dijo.
No estaba muy segura, pero sentía dentro de mí como dos partes; una, atenta a Jos; pero la otra, atenta a Alonso. Seguro la fierecilla estaba dentro de la segunda.
Bueno, ya que se conocieron, ¿a dónde vamos a ir?-preguntó Sharon.
¿Quieren desayunar en…?-la voz de Alonso habló por fin, y yo, completa, me perdí en ella.
Dejé de oír entonces la conversación que tenían los tres, de hecho, mis ojos estaban tercos y habían dejado a mis otros sentidos inactivos, ya que ellos se aferraban a mantener la vista en Alonso.
Los labios de los demás dejaron de moverse, luego me miraron. ¡Reacciona! Me ordenó una voz en mi cabeza. Entonces mis sentidos comenzaron a activarse de nuevo.
¡Alice!-me sacudió Sharon.
¿Eh?-musité, terriblemente desconcertada.
¿Que si quieres desayunar pizza?-me preguntó.
Amm… sí-dije.
¿Cuánto tiempo me habían estado hablando?
Vamos, entonces-concluyó Alonso.
Nos dejaron pasar primero y luego, en la Hybrid de Alonso nos dirigimos a un pequeño local de pizza, que desprendía el aroma a salsa abarcando alrededor de unos tres metros y medio.
Nos sentamos en una mesa, Alonso y Sharon en un lado y Jos y yo en el otro. Ambos enfrente de ambos.
Pidamos la pizza típica, para que Alice pueda probarla. Apuesto a que jamás has probado una hecha en Italia.
Eso es obvio, Sharon, ya sabes que no-dije, riendo.
Luego de unos minutos, la pizza estaba servida enfrente de nosotros; y el olor a queso y salsa se desprendía en cada movimiento mínimo de la pizza. Me sirvieron dos rebanadas, que inmediatamente me comí, ya que sabía delicioso; mientras que intercambiábamos la típica información de los que recién se conocen.
Yo miraba a Alonso sólo cuando nadie me observaba a mí, evitando ser descubierta mientras lo apreciaba en cada paso que daba, cada gesto que hacía y cada palabra proveniente de sus labios. Él era hermoso a su propia manera y ni siquiera se daba cuenta de eso. 
Al terminar, fuimos a caminar a uno de los tantos canales. A la fierecilla no le gustó para nada que Sharon y Alonso se adelantaran, dejándonos atrás. Miré la unión de sus manos y la compatibilidad entre ambos, era como si estuvieran hechos el uno para el otro, las sonrisas entre ambos, las miradas, sus gestos, su aspecto; todo era como si al juntarlos formaran un equilibrio, el ying y el yang. Algo golpeó en mi estómago, se sintió como si dentro hubieran tirado una piedrita a alguna de sus paredes. Como cuando un bebé patea, pero no en esa forma tierna.
Alice-Jos musitó mi nombre y me giré a mirarlo-. Eres muy distraída, ¿no?-rió.
¿Disculpa?
Te llamé como tres veces y parecía como si fueras en tu propio mundo-explicó.
Oh, sí, perdóname-gesticulé con la mano.
―¿Piensas en algo acerca de ellos?-adivinó, increíblemente rápido, haciendo un asentimiento de cabeza en dirección a su hermano y mi amiga.
¿Eh? ¿Por qué dices eso?-pregunté, nerviosa.
No sé, quizá porque te les quedaste mirando con profundidad-se encogió de hombros.
Reí, aún más nerviosa.
La verdad, sí-admití-. Pienso que de verdad están hechos el uno para el otro-dije y la fierecilla no estuvo para nada de acuerdo conmigo y me rasguñó allí dentro.
El ceño de Jos se frunció y su mirada se posó en el suelo, mirando sus pies al caminar.
-farfulló.
No te oyes muy convencido-acusé, repentinamente curiosa.
No, sí lo estoy-balbuceó, pero se le escondía entre su voz algún cierto matiz de resignación-. Sharon es muy buena-la miró y sonrió-, tiene una sonrisa muy bonita, como muy sincera; sus ojos grandes y cafés son como si de verdad fueran la ventana de su alma; sus lindos gestos cuando te habla te hacen reír… ¿has notado que cuando se encuentra con alguien se emociona muchísimo? Y luego ese abrazo que te da, emocionada-musitó, completamente perdido.
Espera, espera… ¿tú…?-no pude terminar la pregunta, me llevé las manos a la boca cuando Jos me miró con sus ojos como platos, como si haya soltado un secreto que no quería decir.
¿Qué?-preguntó, con la voz temblorosa.
¡Tú estás enamorado de Sharon!-adiviné.
Ahora comprendía lo que Alonso me había dicho el otro día, lo de que su hermano estaba enamorado de una chica misteriosa. Por supuesto, no le quería decir, porque la “chica misteriosa” era su mismísima novia.
¡¿Qué?!-bramó, y pude jurar que vi el sudor perlar su frente.
Por favor, ¡soy mujer, a mí no me engañas!-no sabía por qué pero una sonrisa empezó a expandirse por mi rostro.
¡Ssshh!-gesticuló, nervioso hasta más no poder.
¡Entonces es cierto!-la sonrisa se expandió hasta convertirse en un agujero extenso en mi rostro.
No digas nada, por favor-me suplicó.
Me llevé ambas manos a la boca, tratando de aplacar mi emoción.
Alice, nadie lo sabe-dijo, angustiado.
Tranquiló, descuida yo no… se lo contaré a nadie-prometí, aun medio emocionada.
―¡Soy un pésimo hermano!-exclamo, gesticulando desesperado- ¿Quién se enamora de la novia de su propio hermano?
Oye, tranquilo-a juzgar por su expresión, parecía como si estuviera a punto de llorar. La fierecilla cantaba de placer y esta vez yo desconocía el por qué-. No eres el único, he oído bastantes casos-enrosqué mi brazo al suyo, como si ya le tuviera la suficiente confianza para hacerlo; pero él no se quejó.
Sí, pero no es bueno que me pase precisamente a mí, ¿sabes lo que es tener que soportar cada beso, o caricia entre ellos; cuando por dentro duele?
Sí-dije, inmediatamente; sin saber por qué, era como si la otra parte fuera la que hubiera hablado.
¿Ah sí? ¿Te has enamorado del novio de tu hermana?
Pues no, soy hija única-reí, pero volví a la seriedad de nuevo-. Pero te entiendo, extrañamente. Sé cómo se siente. Es como si quisieras escapar de la escena cuando ellos se besan, salir corriendo y borrar el recuerdo en tu mente; pero mientras más lo intentas, se vuelve más nítido.
¡Exacto! Vaya, nunca pensé que hubiera una persona que me entendiera en ese aspecto.
¿En qué aspecto?-de pronto la voz de Alonso apareció en la conversación, materializándose con Sharon junto a nosotros.
Ambos los miramos con los ojos abiertos de par en par.
Alonso, ¿recuerdas lo que te dije acerca de la privacidad de las personas?-inquirí.
¿Es el primer día que se conocen y ya tiene secretos entre ambos?-preguntó, queriendo sonar divertido, pero pude identificar en su voz algún tono amargo muy bien escondido.
¡¡Uuuyy!!-bromeó Sharon, atada de la cintura de Alonso.
La fierecilla refunfuñó palabras ininteligibles.
Miré a Jos, quién mantenía su mirada fugaz, primero mirando el piso, luego a mí, después a Sharon y por último a Alonso, para después volver al piso. Imaginé que estaba ideando alguna forma de salir del embrollo.
¿Sabes Sharon?-dije, como si nada- Creo que invitaré a salir a Bryan-solté, no muy segura de lo que estaba haciendo; pero si algo había que distrajera a Sharon de emparejarme con Jos, era emparejarme con alguien más.
Funcionó, la mirada de todos se posó sobre mí. La de  Jos, agradecida por haber cambiado de tema; la de Sharon, resplandeciendo de emoción; y la de Alonso, sería, rara.
¿En serio?-gritó de emoción.
Sí, la verdad es que es un chico muy agradable y muy lindo además-dije, al fin y al cabo eso sí era verdad.
¿Y cuándo?-se soltó de la cintura de Alonso y ató su brazo al mío, haciéndome caminar y separándome de Jos.
Ellos nos siguieron muy de cerca.
No lo sé, mañana quizá-me encogí de hombros, indiferente.
¿Entonces te gusta  Bryan?-preguntó y miré por la colilla del ojo a Alonso, quien iba un paso atrás de nosotras junto con Jos; repentinamente atento, de nuevo.
¿Qué iba a decir? si decía que sí, Sharon especularía bastante hasta llegar a los planes de boda, era capaz; si decía que no, entonces no concordaría en nada con lo que yo había dicho antes, y quedaría como… una tonta.
Pues… emm…-tartamudeé.
¡Chicos miren eso!-interrumpió Jos, señalando hacía una góndola- ¡Quiero subir!
¡Yo también!-dijo Sharon.
¿Qué dicen, chicos?-preguntó Jos.
Emm… bueno, yo… paso-musité, no tenía muchos ánimos de subir y andar sobre las aguas.
Yo también-dijo Alonso, con las manos en los bolsillos-. Vayan ustedes, nosotros los esperamos.
Capté la situación entonces, Alonso y yo, solos de nuevo. La fierecilla brincó de alegría, y su grito era completamente entendible: ¡Sí, sí, sí, sí!
¿Quieres ir, Sharon?-preguntó Jos.
Sí, hace mucho que no me subo a una, pero quiero que Alonso y Alice vengan también.

Perdóname, Shar; de verás, yo paso. Puedes ir tú, Alonso-dije al interpelado-. No se preocupen por mí, yo los espero.
No, vayan ustedes-dijo él-. Esperaremos aquí-sonrió y besó la frente de Sharon.
Aguafiestas-se quejó Sharon, pero igual se alejó junto con Jos hacía la góndola.
Pero antes, Jos me miró y me guiñó un ojo disimuladamente, entonces caí en la cuenta de que había hecho lo mismo que yo había hecho antes con él; sacarme de una situación incómoda.
Cuando se perdieron entre la multitud, me giré a mirar a Alonso.

Manual de lo prohibido |Alonso Villalpando Fanfic| AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora