Capítulo 05.

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Estaba avergonzado y en silencio, con la vista fija en el tablero del auto. No estaba seguro de donde había salido aquel impulso que lo empujo a realizar esa llamada, pero lo había hecho, y el incomodo silencio acompañado del retumbar de su corazón en sus oídos eran un ambiente demasiado tortuoso. Al menos Mihawk había sido lo suficientemente considerado para no hacer preguntas, y lo bastante amable como para responder e ir en su ayuda, aunque apenas lo conociera, no como cierto estudiante de medicina a cuál iba a darle una paliza en cuanto lo viera.

Dracule reprimió un suspiro cuando se detuvo frente a un semáforo, no quería incomodar al muchacho, pero—, ¿Debo llevarle a su departamento? —el joven permaneció en silencio, y pese a que lo miraba de reojo, le pareció verlo apretar las manos—, creo que aún recuerdo el camino —añadió, tratando de que se relajara un poco, si no quería hablar no había problema.

— Yo... —suspiró—. Aunque quiera no puedo ir ahí.

— Entonces a dónde...

— No hay a donde ir —lo interrumpió—, y lamento mucho haberlo puesto en esta situación, pero tampoco había a quien pudiera llamar —el ojimiel permaneció en silencio, lo cual no puedo más que agradecer—. Pensé en dormir en la estación, pero los guardias parecieron descubrir mis intenciones y me han echado fuera antes de cerrar —rio con nerviosismo mientras contaba aquello, esperaba que sonara gracioso, porque vaya que se sentía ridículo—. Luego pensé en dormir en el estacionamiento, pero al parecer alguien pensó que me veía sospechoso y llamó a la policía —volvió a reír—. El oficial me dijo que, si nadie venia a recogerme me llevaría preso, y aunque me plantee la posibilidad de dormir en la comisaria... —suspiró—. No habría podido pagar la multa para salir.

El mayor permaneció implausible—. ¿Tiene algo en mente?

—Quizá puedas dejarme en algún hospital y podría dormir en el área de urgencias, ahí siempre está lleno de gente.

—Aunque parece una idea muy bien pensada, ¿qué hará mañana? —no hubo respuesta—. Supongo que, si no tiene a donde ir hoy, no tendrá a donde ir mañana —nuevamente el silencio del joven fue delatador—. Viendo que estoy en lo correcto, me parece que el único lugar al que puedo llevarle por el momento es a mi departamento.

La expresión de incredulidad de Zoro, tras aquella oferta, solo era equiparable con el rojo de sus mejillas—. Yo no podría...

—Soy yo quien no podría quedarme tranquilo sabiendo que va a dormir en la calle —le interrumpió—, aunque no puedo obligarle a acompañarme, le pido que considere las opciones mientras cenamos algo.

Solo en aquel momento el peliverde se dio cuenta que estaban aparcando frente a un restaurante.

Zoro agradeció que lo llevará a un lugar de comida rápida donde pidieron hamburguesas y patatas fritas, y no a uno de esos elegantes restaurantes a los cuales, seguramente, aquel hombre estaba acostumbrado a ir.

Cenaron en silencio. Estaba demasiado avergonzado como para decir cualquier cosa, y Dracule era demasiado amable como para hacerlo hablar a la fuerza. No fue, sino, hasta que terminaron aquella comida y salieron del local cuando el hombre suspiró—. ¿Y bien? —fue todo lo que hizo falta preguntar. No le miró, seguramente para no incomodarlo, estaba ocupado sacando las llaves del auto de su bolsillo.

«¿Y bien?» La pregunta retumbo en su cabeza varias veces. Él estaba tan nervioso de estar tan cerca de ese hombre y de la posibilidad de pasar la noche en su casa que no había pensado en nada en absoluto durante la cena, de hecho, había engullido aquella comida de forma mecánica, y un poco forzada, pero la idea de pasar la noche en la casa de aquel hombre había hecho que se erizara toda su piel—. No tengo a donde ir... —murmuró para si mismo, pero no lo suficientemente bajo para no ser escuchado.

Sugar daddy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora