Capítulo 08.

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1.

—Tampoco es para que lo tomes tan personal dijo Law, y continuó hablando antes que su compañero pudiera decir algo al respecto. Ten en cuenta que él te conoció en un evento de scorts.

Zoro abrió la boca, pero la volvió a cerrar. Law tenía razón en eso, y no era que Mihawk hubiera querido ofenderlo, simplemente lo había tratado como lo que él creía que era—. Supongo que tienes razón —aceptó finalmente, luego de un largo rato en silencio—. No sé porque pensé otra cosa.

Law le sujeto el hombro, a modo de consuelo. No sabia que más hacer. Zoro era bisexual, pero desde su punto de vista era alguien raro. Siempre que estaba con alguien se lo tomaba demasiado en serio. Pensándolo bien, no recordaba ninguna de sus escasas relaciones hubiera sido simplemente para pasar el rato. Quizá había sido una tontería de su parte sugerirle aquello, aunque consiguiera un rico benefactor, seguramente no le seria tan sencillo separar el corazón de la cabeza.

—Tengo una cita para almorzar hoy —le informó el ojigris—, pero vuelve a instalarte y cuando regrese idearemos algo diferente para que no tengas que irte.

Zoro sonrió, aunque no se veía muy alegre—. Gracias por no dejarme en la calle.

—Tienes suerte a de haber llegado antes que me fuera, probablemente no vuelva hasta mañana —le guiño el ojo antes de irse.

Zoro miró la puerta por un rato, tratando de deshacerse de aquella sensación de congoja que le presionaba el pecho. ¡Vaya mierda!

Esa mañana, aun en el departamento de Mihawk, no le parecía que las cosas fueran a ponerse tan jodidas.

Abrió los ojos despacio mientras bostezaba y comenzaba a estirarse, pero un latigazo en la columna frenó aquel acto reflejo. Olfateó las mantas que lo envolvían llenando su nariz con el varonil aroma que desprendían, mezclado con loción. Era un olor suave, masculino y extrañamente delicioso. Él no era de los que gustaran los perfumes, de hecho, le gustaba molestar a Sanji cuando dejaba su estela de aroma por donde pasaba, no obstante, por alguna razón que no alcanzaba a comprender, el aroma de esas sabanas hacia bailar sus sentidos.

No le tomo mucho ser consciente de donde se encontraba, o de quien era ese aroma que tanto le gustaba percibir. Miró el reloj de reojo, percatándose que aún era de madrugada.

¿Qué debía hacer ahora?

Estaba solo en la cama, pero el sonido que provenía desde el otro lado de las paredes le indicaba donde se encontraba Mihawk.

Acababa de acostarse con él. No. Acababa de entregarse a él.

Su corazón dio un vuelco y se cubrió la cara con ambas manos completamente ruborizado, mientras recordaba cada palabra que había salido de sus labios, mientras recordaba cómo le había, prácticamente, suplicado que lo tomara.

Se incorporó de un salto, pero aquel insistente latigazo de dolor le recordaba que debía moverse despacio. Una mueca de dolor se dibujo en su cara, pero fue por muy poco tiempo. Suspiró y se metió al baño a asearse.

¿Qué pensaría Mihawk ahora?

No podía evitar preguntárselo, pues, aunque había sido considerado al hacerlo con él, algunas de las cosas que había dicho le resultaban un poco ambiguas y confusas. Recordó la insistencia del mayor en tener su completo consentimiento, y aunque en el momento no se lo había pensado mucho, ahora que estaba espabilando un poco bajo el agua fresca de la regadera, no podía evitar pensar en lo raro que era eso.

No pudo evitar preguntarse si es que alguna vez habría tenido problemas con alguien que no consintió explícitamente. También pensó un poco en sus propios encuentros sexuales con sus anteriores parejas. No recordaba nunca haber sido tan renuente al recibir el consentimiento de nadie, de hecho, si lo pensaba un poco podía recordar que en algunas ocasiones había continuado, aunque le hubieran pedido que parara.

Sugar daddy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora