Capítulo 06.

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Su corazón estaba a punto de detenerse, y por un segundo creyó que había olvidado como respirar, pero el aire volvió a sus pulmones cuando aquellos labios lo alcanzaron. Cerró los ojos como un adolescente, apretó los puños y llevó sus manos hasta el pecho de aquel hombre. Podía sentir la calidez a través de la tela de su camisa. Le abrumó la loción combinada con su intensa masculinidad.

Mihawk pudo comprobar, al besarlo, que era tan delicioso como lo había imaginado. Ni siquiera se esforzó por reprimir el gemido de satisfacción que escapo de su boca en medio de aquel contacto.

Zoro, por otro lado, hubiera deseado oponer resistencia, preguntarle que significaban sus palabras, pero lo estaba besando tan suavemente, con una dulzura desconocida que suponía una tortura para sus sentidos. En un momento dado, Mihawk apretó el cuerpo sobre el suyo y pudo sentir lo excitado que estaba. Abrió las manos en un acto reflejo, contra sus pectorales, pero al instante se dio cuenta de que había sido una mala idea.

Se apartó, lentamente, tomando las manos que lo habían frenado entre las suyas. Exhaló—. Mo Dhia... —abrió los ojos despacio—. Si tu intención es volverme loco, yo...

Estaba a punto de perder la cordura. Lo sabia perfectamente, sabía que luego de haber probado sus labios ya no había marcha atrás.

—No —dijo el joven, completamente sonrojado, mientras miraba sus manos entrelazadas—. De verdad que no. No soy tan mezquino. Es solo que... cuando estoy muy cerca de ti siento que se me derrite el cerebro.

Mihawk lo tomó de la barbilla, haciendo que lo mirara—. Entonces estamos empatados, porque tú haces hervir el mío —le sonrió—. Solo quiero pasar esta noche contigo, pero no te presionare para darme...

Zoro no lo pudo dejar terminara, se lanzó a sus brazos y comenzó a devorar sus labios con ansiedad. La ferocidad con la que él le correspondió fue suficiente para mandar al carajo todas sus dudas. Ya tendría tiempo de hacer preguntas, de aclarar lo que hubiera que aclarar, de devolverle aquel cheque. Aquella noche solo le importaba pasarla con él.

Mihawk le mordió el labio inferior, haciéndolo gemir. Lo levantó en sus brazos y le separó las piernas, haciendo que sus erecciones se encontraran, introduciendo la lengua en su boca con la vehemencia que lo consumía.

Sintió como el joven se abrazaba a él con más fuerza y enredaba las piernas en su cintura para no caer. Sus lenguas danzaron, escapando de los dientes ajenos que las aprisionaban con suave desesperación. Acabaron contra una pared, haciéndola temblar, derritiéndose uno entre los brazos del otro. Aquello no podía ser más perfecto. Era todo lo que habían esperado que fuera.

Como pudieron llegaron a la habitación, donde Mihawk apartó los labios de él para recostarlo, solo fue un momento, porque un instante después los atrapo de nuevo, una y otra y otra vez. Suave, pero desesperadamente, sacándose la camisa y los zapatos.

Zoro correspondía, con la misma desesperación y frenesí del otro, sacándose la camiseta, sacándose los tenis, desabrochando su pantalón. Llevaba demasiado tiempo imaginándolo. Se deleito saboreando su lengua y dejándose llevar por el alto voltaje de su pasión. Recorrió la piel de su pecho, su espalda. Debió suponer, cuando lo conoció en persona, que acabaría pulverizando sus expectativas convirtiendo aquel encuentro en algo inimaginable.

Mihawk sabía que su cuerpo estaba fuera de control, el deseo anulaba sus facultades mentales, necesitaba estar dentro suyo, poseerlo hasta que convulsionara de placer—. Mallachd... —pero paró para mirarlo—. Necesito que me digas que quieres esto de verdad, que no es...

Zoro le tomó la cara entre las manos y lo besó una vez más, con ternura y suavidad—. Hombre, si no crees de verdad que te deseo en este momento, no sé cómo convencerte.

Sugar daddy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora