Capítulo 11

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1.

Law acababa de salir de la ducha cuando vio a Zoro llegar refunfuñando y arrojando las llaves a su lugar, como quien espera que no caigan ahí—. ¿Todo bien?

—El edificio no tiene estacionamiento.

El estudiante de medicina enarcó una ceja—. ¿Y qué con eso? —preguntó desde su cuarto, donde se puso los pantalones y tomó el resto de su ropa para terminar de vestirse en la sala.

—Que he tenido que aparcar en un lugar que cobra una fortuna a diez calles de aquí —obvio, cerrando la puerta del frigorífico de golpe, más molesto aun porque ya no había cerveza.

Law terminó de ponerse la camiseta y se sentó para colocarse los calcetines y los zapatos—. Hay una pensión a media calle hacia el norte —explicó con calma—, pero tienes que pagar por adelantado y por semana.

Zoro se sentó, se echó para atrás en el sofá y colocó los pies en la mesa. Suspiró—. ¿Es caro?

—Algo —se incorporó en cuanto terminó de ponerse los zapatos—. ¿Por qué lo preguntas, ni siquiera tienes auto? —el peliverde volvió a suspirar. Tuvo que abrir muy grandes sus ojos luego de recapitular la conversación un par de veces—. No tienes auto, ¿verdad?

Les tomó veinte minutos llegar al sitio donde el peliverde había parado. Era un terreno casi abandonado, sin techumbre y rodeado únicamente por una reja de malla ciclónica. La puerta estaba medio caída y aparentemente le tenían que enredar una cadena para "cerrarla".

El auto que Zoro conducía sobresalía entre todos los demás en aquel lugar.

Law suspiró—. ¿No pensabas dejarlo aquí durante la noche?

Se alzó de hombro—. ¿Por qué no, ya pagué?

El ojigris apretó a mandíbula y se ahorro la explicación—. Sube —le ordenó, puesto que Zoro le había prestado las llaves—, te llevaré a donde aparcó el mío.

Condujo un par de calles en silenció, solo mientras pensaba como abordar aquel tema.

El conducía un Lexus, y aunque también era un auto de lujo, pero incluso en relación, con acuerdo firmado y todos los papeles en orden, a Doflamingo le había tomado más de seis meses pasarle aquel vehículo, y había sido el mismo hombre quien le había buscado donde aparcarlo y le pagaba el lugar.

—¿Qué tal van las cosas con Mihawk? —preguntó con cautela.

Zoro se volteó hacía la ventana, mirando el exterior—. Bien —dijo de un modo tan secó, que resulto demasiado sospechoso.

Eso y el claro rubor en su cara le hicieron, al aspirante a doctor, insistir—. ¿Tú relación con él sigue siendo solo laboral?

Hubo un silencio prolongado—. No —admitió—. Me he acostado con él ayer.

—¿Y en qué términos han quedado al respecto?

—En ninguno, no hemos hablado desde entonces.

Law saludo al guardia. Bajaron del vehículo y entraron a hacer los tramites para el aparcamiento. Salieron de la oficina con un contrato, para volver a subir al auto y llevarlo al piso y al número que les correspondía—. ¿Y cuando te ha dado el auto? —inquirió mientras volvía a arrancar.

—Me lo ha dado su asistente.

Law no quiso meterse más en el asunto, pues entendió lo incomodo que estaba poniendo a su amigo, quien, por su parte no dejaba de repasar en su cabeza lo que le había dicho Perona al entregarle las llaves.

Sugar daddy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora