9. Caídos.

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Colin:

Me acerqué a un cuerpo, estaba tibio, lo que significaba que había muerto hace poco. Coloqué mi mano en su cabeza mientras le ordenaba ponerse de pie, en unos minutos lo hizo. Cada vez que regresaban a la "vida" sus ojos se ponían de color blanco, según Alastor era porque tan solo era un recipiente, tan solo podía hacer reaccionar el cuerpo, el alma no colaboraba y a veces se revelaba haciendo que el cuerpo volviera a caer.

-Entonces el tipo dijo: ¡Por favor, llamen a la policía! ¡Me están matando! -hice una mueca al escuchar al dueño de la voz-. Entonces... ¡Jajaja! Yo le dije: "La policía está muerta". ¡Hubieran visto su cara! ¡Jajaja!

Su risa me hizo perder la concentración mientras trataba de reanimar otro guerrero. El cuerpo cayó y el alma no me dejó volver a reanimarlo. Lancé un gruñido exasperado, la reanimación debía ser rápido para que no tuviera que esforzarme tanto y perder fuerza. Una vez que fallara la primera reanimación, tendría que esforzarme el doble o hasta el triple para animar.

Me giré con la cara ardiendo de ira, los colmillos afuera y las garras listas para desgarrar cuellos.

-¡Soberbia!-rugí, demonios, seguramente debo parecerme a Dickens cuando perdía la calma-. ¡¿Qué haces fuera de tu esfera?!

Soberbia me miró con las cejas levantadas y sorprendido por mi reacción. ¿Qué esperaba? Alastor me tenía agobiado para obtener la mayor cantidad de reanimados, los ángeles no pueden atacarlos y los usamos como protección.

-Oye, tranquilo viejo -dijo levantando las manos-. La esfera no es suficientemente grande para mí y ya no quiero ir en ella.

Me fijé que los demás también estaban afuera. ¡Joder! ¿Por qué a mí? Cerré los ojos y suspiré.

Muy bien, calma.

Calma...

-Oye, Brooklyn. Tengo hambre tienes un poco de...

Lo ignoré. Trataba de no dejarme llevar por él, estos imbeciles no sabían ni hablar bien, tampoco se molestaban en aprenderse bien los nombres. Eran unos inútiles en este momento, pero cuando atacaban... bueno, debía reconocer su poder.

Abrí los ojos.

Fingía tener paciencia.

-Soberbia -dije "amablemente"-. No tengo comida, porque tú no tienes un estómago.

Se llevó una mano al pecho "ofendido". Trataba de no meterme con él porque él fue uno de mis primeros pecados, seguía siéndolo. Cada pecado se aprovecha de aquel que lo infringe, Soberbia me conoce como la palma de su mano, pero no me ataca directamente porque se ganaría un problema con Alastor.

Por las noche me doy cuenta que me sigue, sus ojos se vuelven rojos y me mira con locura asesina. Él desea hacerse "cargo" de mí, lo sé, mi orgullo lo llama como una polilla a la luz. Cuando me sigue su aspecto se distorsiona en su verdadera forma, un monstruo letal.

Me perturba.

-Si no tengo estómago, dime entonces, ¿dónde van todas las almas que consumo?-su mirada se volvió retorcida.

Miré a los cuatro que estaban presentes, solo faltaba Gula, Ira y Envidia. Esos eran los más problemáticos, pero Lujuria también era un lío. Todos ellos parecían estar confabulado contra mí, Gula atacaba a los ángeles que recién se habían convertido. Trataba de comérselos enteros, sin embargo, extrañamente yo lo evitaba. Quizás porque eran como yo. Me sentía identificado.

Decidí darle la espalda y volver a concentrarme.

-Mejor anda con cuidado, Brooklyn -amenazó Soberbia, su voz tenía un timbre diferente, más oscuro-. Estas en la cuerda floja.

Mi Ángel GuerreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora