2. En la oscuridad.

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Al abrir mis ojos me encontré en la oscuridad, giré mi cabeza por todas direcciones y estos se detuvieron en dos ojos que brillaban como linternas. El miedo me abrazó, era lo único que veía, el resto se hallaba en penumbra, los ojos brillaban como si tuvieran faros detrás de ellos, pero no brindaban luz a su alrededor.

Asustada extendí mi mano en busca de Matt, pero solo sentí el suelo frío.

—¿Matthew?—susurré sin apartar la mirada de aquellos ojos pálidos.

Matt no respondió, pero si el dueño de aquellos ojos pálidos.

—El lobo fue cambiado de celda mientras dormías... —su voz era peor que su mirada.

Su voz era ronca y gutural, como la voz de un monstruo de las peores pesadillas. Sus ojos eran azules, o eso parecían, eran de un azul pálido, casi llegando al blanco y con una pupila pequeña que ayudaba a darle más terror. No se parecían en nada al azul cielo y vivo de mi Duncan.

Mi respiración se agitó, sentía pesada mi cabeza y con un fuerte mareo que me hacía perder el equilibrio incluso sentada. ¿Cuanto tiempo llevo aquí? ¿Dónde estoy? Cuando intenté ponerme de pié sentí un dolor agudo en mi vientre. Lancé un quejido y me dejé caer de nuevo en el suelo. Para mí suerte esa cosa no se acercó, estaba a una distancia prudente, seguro debía estar observándome detrás de los barrotes de la celda.

—No te recomiendo hacer eso... —dijo, sus ojos miraron en donde creo estaba mi vientre, como ya he dicho; todo estaba en penumbra—. Los puntos pueden soltarse, la sangre correría por tu piel... y yo no podría evitar desear un pedazo.

Tragué en seco, mi corazón aumentó su ritmo, me sentía enferma, si esa cosa se le diera por entrar y atacarme, no podría ni siquiera levantar los brazos. Quería vomitar, quería estar en una cama y no en un suelo frío y húmedo, quería acogerme en unos fuertes y cálidos brazos... y que él me cuidara mientras me miraba lleno de amor con esos ojos tan azules... Miré a otro lado, eso ya no se podría, mi labio tembló recordando a mi querido Duncan siendo atacado hasta la muerte.

Una lágrima rodó y me sorprendió, no sabía que mis ojos estuvieran lo suficientemente bien como para llorar.

—El ángel se corrompió, y al hacerlo soltó una gran maldición—dijo la extraña criatura, no parecía hablar conmigo sino para él mismo—, perdón no recibirá, pues ha desatado el mal... y con eso las fuerzas del bien y el mal se levantarán y lucharán. ¿Quién ganará? La incógnita está planteada, pero algo es seguro... los humanos perecerán.

No sabía a lo que intentaba referirse, que hablara en rimas me daba una idea tan negativa... la criatura pareció atravesar los barrotes de la celda y se acercó mientras hacía un sonido de respiración, intenté retroceder, pero alcanzó uno de mis pies y me arrastró. El olor que desprendió era horrible, olía a muerto y a putrefacción, escuché el zumbido de algunas moscas pero no las pude ver... solo lograba ver sus ojos. Su mano fría firme en mi tobillo impedía que me alejara.

—Se acerca la gran guerra... —chilló la criatura muy cerca de mi rostro con emoción—. Y yo montaré mi caballo sobre el fuego, esparciré males en la tierra y nadie me detendrá.

No pude controlar mi respiración, estaba aterrada, podía sentir su mano fría y pegajosa en mi tobillo. Entonces un gran dolor en el vientre me invadió, solté un quejido, mi cuerpo comenzó a temblar cuando sentí todo frío.

—¿Qué...?—no pude completar mi oración, no podía, me sentía enferma.

¿Qué me estaba haciendo?

Escuché unos resoplidos en la otra celda, alguien comenzó a arañar la piedra y a gruñir, seguramente era Matt. Matt aulló mientras se peleaba con los barrotes en la celda vecina. Empecé a sentir como perdía el conocimiento.

Mi Ángel GuerreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora