X.

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Cabalgaron sobre el jabalí hasta que se puso el sol.

Imagínate andar todo el día montado en un cepillo de acero sobre un camino pedregoso. Así de cómodo más o menos era viajar sobre aquella bestia.

No tenian ni idea de cuántos kilómetros recorrieron, pero sí sabian que las montañas se desvanecieron en el horizonte y cedieron paso a una interminable extensión de tierra llana y seca.

La hierba y los matorrales se iban haciendo más y más escasos y, finalmente, se encontraban en el desierto.

Al caer la noche, el jabalí se detuvo junto a un arroyo con un bufido y se puso a beber aquella agua turbia.

Luego arrancó un cactus y empezó a masticarlo. Con púas y todo.

- Ya no irá más lejos- dijo Grover-. Tenemos que marcharnos mientras come-

No hizo falta que insistiera.

Se deslizaron por detrás mientras él seguía devorando su cactus y se alejaron renqueando con los traseros doloridos.

Después de tragarse tres cactus y de beber más agua embarrada, el jabalí soltó un chillido y un eructo, dio media vuelta y echó a galopar hacia el este.

- Prefiere las montañas- exclamo Percy.

- No me extraña- respondió Thalia-. Mira-

Ante ellos se extendía una antigua carretera de dos carriles cubierta de arena. Al otro lado había un grupo de construcciones demasiado pequeño para ser un pueblo: una casa protegida con tablones de madera, un bar de tacos mexicanos con aspecto de llevar cerrado desde antes de que naciera Zoë y una oficina de correos de estuco blanco con un cartel medio torcido sobre la entrada que rezaba: « Gila Claw, Arizona». Más allá había una serie de colinas... aunque de repente se dieron cuenta de que no eran colinas.

El terreno era demasiado llano para eso. No: eran montones enormes de coches viejos, electrodomésticos y chatarra diversa. Una chatarrería que parecía extenderse interminablemente en el horizonte.

- Uau- se asombro el hijo de Poseidón.

- Algo me dice que no vamos a encontrar un servicio de alquiler de coches aquí- dijo Naruto echándole una mirada a Grover-. ¿Supongo que no tendrás otro jabalí escondido en la manga?-

Grover husmeaba el aire, nervioso. Sacó sus bellotas y las arrojó a la arena; luego tocó sus flautas. Las bellotas se recolocaron formando un dibujo que no tenía sentido para nadie, pero que Grover observaba con gesto preocupado.

- Esos somos nosotros- dijo-. Esas cinco bellotas de ahí-

- ¿Cuál soy yo?- pregunto Percy.

- La pequeña y deformada- apuntó Zoë.

Naruto ahogo una pequeña risa.

- Cierra el pico-

- El problema es ese grupo de allí- dijo Grover, señalando a la izquierda.

- ¿Un monstruo?- preguntó Thalia.

Grover parecía muy inquieto.

- No huelo nada, lo cual no tiene sentido. Pero las bellotas no mienten. Nuestro próximo desafío...-

Señaló directamente la chatarrería. A la escasa luz del crepúsculo, las colinas de metal parecían pertenecer a otro planeta.

Semidiós.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora