Capitulo 10

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Por la autora.

-Tú…

La mirada de ella era de enojo, enojo por los hechos pasados, por el dolor momentáneo que le ocasionó a su señor.

-Luna, por favor.

Su tono de voz era de desesperación, de dolor y arrepentimiento.

Él mejor que nadie sabía que merecía que la otra estuviera enojada con él, por Merlín, incluso él estaba enfadado consigo mismo por haberle fallado a su reina.

-Harrison tomará esa decisión, pero si por mi fuera sabes que siempre pertenecerás al lado de la reina.

Zero se permitió relajarse, acomodando de manera manual cada uno de los objetos esparcidos en la habitación mientras Luna reparaba con su magia los objetos rotos.

Desde pequeños se sintieron a gusto uno con el otro, disfrutando del silencio del otro al igual que sus palabras, a pesar de que solamente fuera en los sueños de ambos o cuando alguno de los dos se encontraba en un estado de meditación.

Ellos eran hermanos, la magia lo había decidido, ellos habían sido bendecidos con un regalo que nadie podría tener.

Zero se acerco a Harrison, con un pañuelo secando la sangre que tenía y le cambiaba la vestimenta que tenía por una pijama de seda verde, le acaricio sus cabellos negros ondulados, masajeanolos suavemente, jugando con ellos y volviendolos a reacomodar en su lugar.

Involuntariamente sonrió con ternura hacia él, acercándose un poco más y aspirando el aroma que desprendía este.

Luna a lo lejos sonrió, al principio de manera cálida y después a una triste. 

Después de tanto tiempo seguían aquellos sentimientos que le hacían daño al peliplata. Sentimientos que en otra vida ella le recomendó enterrar por su propio bien.

Abandonó la habitación, sabiendo que el otro no abandonaría a Harrison por ningún momento.

Empezó a tararear la melodía que tanto le gustaba a su Señor, una melodía que aún estaba inconclusa, pero ella sabía que pronto tendría un final.

Zero se posiciono encima de él, observando con anhelo el cuerpo del otro, sus facciones aristocráticas, el cabello azabache esparcido por la almohada, la piel pálida que le quedaba bien, en especial por las dos esmeraldas ocultas detrás de esos párpados.

Beso cada uno de ellos, al igual que la frente y por último la comisura de su boca.

Se recostó a su lado, tapandolos a ambos con la cobija, pasando su brazo por la cintura de Harrison y apoyaba su mentón arriba de la cabellera del otro poniendo su pecho como apoyo para la cara del más bajo.

Él velaría los sueños de su reina siempre.

Por Edward.

El olor a sangre inundó mis fosas nasales, de manera inconsciente deseando ir a probarla, a succionar cada gota.

Si no fuera por Alice que estaba en casa, hubiera ido tras la persona que emanaba tan deliciosa sangre.

-Controlate Edward.

No quería controlarme, demonios, lo único que quería era succionar cada gota de sangre que estuviera a mi alcance.

No me había pasado esto desde… desde Bella.

Todo por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora