CAPÍTULO 2. MI CASA ES TU CASA

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Lista.

Esa es la palabra.

Al menos es la palabra que ella cree que estuvo buscando por su cerebro y al fin encontró. Quizás sí sea esa. Quizás ella sí logra llenar esa definición. Por lo menos sí en ese momento.

Una chica muy, muy lista.

Sus decisiones se habían visto puestas en jaque y ella había salido triunfante de cada pequeña batalla, rescatándose a sí misma durante el juego.


Se detuvo en un semáforo.

Estaba lista.

Era lista.

Las llantas de la bicicleta frenaron sobre el pavimento dejando un rastro de polvo levantándose en el aire. Es una chica lista y precavida. Ya casi nadie frena o baja la velocidad en ámbar.

Ámbar es una luz importante.

Y ella estaba en un momento importante de su vida.


Con el cabello amarrado en una coleta y los mechones adornando su rostro, cogió con fuerza los manubrios y miró hacia delante. Estaba más que emocionada de estar en Seúl y el que haya salido de ese motel después de varios días, la hacía sentir incluso mejor. Su reloj indicaba que aún era temprano y el auto del lado le daba señal de problemas.

"Hola, hermosa, ¿Podrías darme la hora?"

Ni soñando.

Avanzó un poco más entre el auto azul y una camioneta blindada, haciendo equilibrio, turnando ambos pies. Las delgadas llantas frenaron una vez más, solo para que se diera cuenta que la fila de autos del costado avanzaba. Cielos.

"¿Qué pasó? ¿Te comieron la lengua?"


Cabello oscuro, cejas delgadas bajo gafas negras.

Buen estilo.

Cero inteligencia.


Pedaleó rápidamente, pero tuvo que detenerse ante el tráfico de la avenida que cruzaba la calle.

Dobló hacia la izquierda y cruzó dos calles despejadas.

Lo había perdido de vista.

Idiota.

Detestaba los hombres con mala actitud.

Bajó la velocidad y empezó a leer los nombres de las calles en letras blancas, sobre placas verdes y a buscar algunos números para ubicarse en el número de cuadra.

Cuadra 11.

Cuadra 12.

Cuadra 13.

Impacto.


Lo siguiente que supo es que su rostro estaba a un centímetro del suelo, su mano izquierda soportaba el peso de su cuerpo junto con su hombro derecho, que estaba ardiendo, y el pedal derecho de la bicicleta estaba arañando una de sus piernas.

Sus latidos vibraban en su pecho y tímpano.

Dos raspones. Vida intacta.

Todo parecía tan lento...

Sus oídos se destaparon.

El sonido regresó a la normalidad.


El apartamento [Adap. Jensoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora