Capitulo 12

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Touya miraba la fotografía en el escritorio de Akiri, la cual ahora si se encontraba a su vista mientras el mayor terminaba de firmar algunos papeles. 

En la foto se veía a una mujer de piel aperlada, con un largo y ondulado cabello tan negro cómo la noche misma. Su rostro, a pesar de lucir cansado, también lucia completamente enternecido mientras le sonreía al pequeño bebé regordete y rosado que estaba envuelto en una manta azul de hospital, recién nacido. Ella le sostenía en brazos amorosos, recostada sobre aquella camilla en la que le había dado a luz.

—Es una buena foto, ¿he?—Apartó la mirada de la fotografía y la dirigió al alpha frente a él, el cual sonreía orgulloso mientras observaba la foto. Todoroki asintió.—ella es mi esposa; Ulani. Ése es mi hijo, Eijiro.

—¿Sólo el nombre de su hijo es japonés?—se interesó el pelinegro. Akiri asintió sin perder la sonrisa.

—Si, bueno, sólo mi madre es japonesa, ella sugirió el nombre y a ambos nos gustó. Mi esposa, mi padre y mis ancestros, somos samoanos. De Upolu, más específicos.—comentó sin perder el tono orgulloso. Suspiró—aunque estudié mi vida universitaria en Boston.

—Vaya. Y terminó en una universidad en Lincon.—se acomodó mejor en su asiento, buscando traspasar la camisa color gris del alpha como si sus ojos cumplieran la función de rayos X, buscando algún tatuaje en el pectoral izquierdo.

Su profesor rio un poco antes de asentir despacio. Se dejó caer sobre el respaldo de su silla y sin dejar de perder la sonrisa volvió a soltar otro sonoro suspiro.

—Tuvimos a nuestro Eijiro a los dieciocho, necesitaba una carrera y un empleo. Fue difícil separarme de ellos, pero en cuanto terminé viajamos a Hawai, donde pude conseguir un empleo, el mismo que terminó pidiéndome más que nada, como un favor, cubrir este puesto por este ciclo escolar mientras conseguían un psicólogo permanente. Al parecer mi jefe y el director son...cercanos.—dijo aquello último en un susurro. Touya bufó.

—Usted más que psicólogo parece una señora que le encanta cuchichear. ¿Que clase de profesional parlotea así con su cliente?—frunció el ceño. Akiri se inclinó sobre el escritorio.

—Hasta donde yo sabía, sólo te guiaria en tu escrito, ¿no es así?—preguntó sin perder la sonrisa—¿o quisieras contarme un poco sobre ti? ¿Tu familia o por qué de pronto luces más vivas?—Touya entrecerró los ojos.—Si, eso creí. ¿Me dejas ver tu avance?—pidió colocándose sus gafas.

El pelinegro rodó los ojos pero tomó su mochila y sacó un cuaderno de esta, entregandoselo al mayor. La verdad es que ni siquiera había escrito algo relacionado al amor. Eran simples palabrerías que había ido escribiendo en el autobús hacia el campus Este y que le llegaban esporádicamente a la cabeza, más por presentarle letras escritas que por querer completar el trabajo.

—Y, Touya—el menor le miró. El mayor se había levantado y leía su cuaderno mientras caminaba a paso lento por el lugar. Le miró de reojo—quien escucha el chisme también es igual de señora metiche que quien lo cuenta.—le sonrió antes de regresar su vista al cuaderno.

Touya arrugó la nariz.

~

El pelinegro caminaba a paso desganado hacia el elevador de su residencia. Tenía que trabajar en una media hora y se moría de hambre, quizá con suerte Shigaraki aún no tiraba el pedazo de hamburguesa que había dejado la noche anterior sobre la cómoda.

Su teléfono sonó a la par de fuertes vibraciones. Lo sacó de su bolsillo y leyó el nombre de su hermana en la pantalla.

Soulmate/DabihawksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora