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Después de una agitada mañana en la escuela lo único que Junghee quería era llegar a casa y dormir un momento, pues más tarde tendría que hacer tarea.
Y lo hubiera logrado, de no ser porque los amigos de su hermano estaban en su casa de nuevo.
— Oh, llegaste muy temprano, tus papás salieron a comprar cosas para la casa. — Dijo Jungwon viendo de reojo a su hermana.
Ni siquiera le presto atención por seguir jugando.
— También son tus papás. — Contesto la recién llegada. — Bien... Supongo que estaré haciendo tarea, si ocupan algo te esperas a que lleguen tu papás.
Se quitó la mochila de la espalda para llevarla entre sus manos.
— También son tus papás. — Repitió el menor. — Compramos chocolate, por si quieres un poco aquí tenemos.
Y apenas dijo eso su hermano, la chica dejó su mochila al inicio de las escaleras para acercarse al pequeño grupo de amigos.
Se dejó caer junto al pelinegro, aún desconocido para ella, y tomó un chocolate de la mesa frente a ellos.
Miro la pantalla a la que todos veían muy ocupados.
— Oye, realmente apestas. — Le dijo bromeando a su hermano.
— Tengo mucho sin jugar, no es mi culpa. — Se excusó Jungwon.
— Si claro. — Contesto con una risa burlona.
— Hermana de Jungwon, ¿usted sabe jugar? — Pregunto uno de los rubios frente a ella.
Ella sonrió egocéntrica.
— Se jugar, lo suficiente para ser mejor que él. — Apuntó a su hermano con la mirada.
Los dos rubios frente a ella soltaron una risa.
— Eres una presumida... Te apuesto a que no le puedes ganar a Jay... — Dijo su hermano pausando el juego, haciendo que el pelinegro a un lado de la chica suelte un quejido.
— ¿Quién es Jay? — Pregunto confundida.
— Jay... es cierto, aún no los conoces. — Entrecerro sus ojos pensativo. — El que está a tu lado es SungHoon, el rubio frente a ti es Riki, pero prefiere que le llamemos Niki... — Aclaró antes de que su hermana lo interrumpiera. — Y el rubio a mi lado es Jay. Quien estoy segurísimo que no dudaría en ganarte apenas empiecen la partida.
— ¡Oye! Ni siquiera he aceptado jugar. — Hablo el rubio del que su hermano presumía tanto.
— Vamos, si le ganas te compro la cena. — Alentó el menor.
— Hmm... ¿Por qué debería hacerlo? — Pregunto con una sonrisa.
