Capítulo 7

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La pierna derecha de Kim Yohan se movía con constancia debajo de la mesa

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La pierna derecha de Kim Yohan se movía con constancia debajo de la mesa. Estaba en un lujoso café, a su lado su mamá hablaba con la madre de Nari, la señora Ryu. No estaba concentrado en lo que decían ni en lo más mínimo, él solo esperaba irse rápido para hacer sus asuntos. Pero Shin Nari no ayudaba. En el fondo estaba agradecido con ella de no comenzar lo que sus madres planeaban con ellos dos, aunque el último recurso que él hubiera utilizado era faltar a la cita para no molestar a distinguidas mujeres en un lugar público.

La señora Ryu se mostraba apenada. Su vergüenza era por la madre de Yohan, hacerla esperar por nada no era de alguien de su nivel. Y la serenidad que tenía era solo un montaje para tapar el enojo que empezaba a crecer por el incumplimiento de su hija. Pidiendo permiso, le marcó a Nari pero ella no respondió.

—Debe haber ocurrido algo —intentó excusarla. Se rieron entre ellas de repente para bajar la tensión en el ambiente.

Yohan se mantuvo desinteresado al respecto.

—Incluso Doyoung es un niño ocupado ahora. Una vez los niños crecen ya no son de sus madres. —La madre de Yohan agarró la copa de agua y tomó un sorbo—. Es una lástima que ninguno de los dos esté aquí.

La señora Ryu esbozó una sonrisa falsa de cortesía y asintió.

—Hijo, deberías visitarla. Tal vez necesite algo y así le quitas la preocupación a su madre.

Yohan pasó de su mamá a la madre de Nari y regresó a su progenitora. No podía creer lo que había escuchado.

—¿Eso no sería demasiado, mamá?

—Está bien, Yohan. Estoy segura de que Nari estará agradecida y yo también. —La señora Ryu dio toquecitos en su espalda.

Al final, el plan de juntarlos maquillado como una cena familiar fue llevado a cabo por ellas. Solo para hacer feliz a su madre se montó en su auto y empezó el camino a casa de Nari. Manejó por las calles desoladas del vecindario de su compañera, mirando desde lejos si estaban encendidas las luces, al menos, la de alguna habitación. Hasta que se frenó de golpe al ver el auto de ella llegar y no sola, sino con un chico como acompañante. Juró que sus ojos lo habían engañado.

Bajó sin pensarlo y tocó el timbre dos minutos después de ellos entrar. Lo primero que vio fue su cara sorprendida cuando ella le abrió la puerta. ¿Cuánto tiempo tenía afuera?

—Hola —saludó.

Ella cerró un poco más la puerta, siendo tímida.

—¿Qué haces aquí? No recuerdo haber olvidado algo.

Estaba a punto de fruncir el ceño.

—Claro, si lo olvidaste no lo recuerdas —señaló con un poco de acidez y obviedad—. La reunión con tu madre, te lo recuerdo yo.

BLUEMING | Choi Yeonjun.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora