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......Te amo, como nunca lo había hecho—susurro esa silueta con esos ojos tan profundos, oscuros y distantes a la vez.

— ¿Enserio? —exclamo al instante— ¿me lo prometes?

—Sí, te lo prometo, Julián....

Mi mano es lo primero que golpea el costado de mi cama al despertar del sueño. ¿Quién era él? ¿Por qué me dijo eso? ¿Por qué sabía mi nombre? Esas tres preguntas se vieron interrumpidas por un dolor de cabeza que me taladraba la sien izquierda, gracias al sonido de alarma que proviene de mi reloj volteo a verlo, 5:30, veo que no hay otra opción más que levantarme de mi cama.

Desactivo la alarma, agarro mi celular, agarro mis gafas y finalmente abro la puerta de mi habitación.

Lo primero que veo es a mi mamá arreglando su habitación.

— ¿Si dormiste bien hijo? —me interroga Juana, mi madre.

—Sí, eso creo—murmuro suavemente a su pregunta.

—Báñate rápido, hoy tienes formación al llegar al colegio—me advierte mi madre.

De camino al baño, vuelven a mi mente, esos ojos tan profundos e inquietantes que me veían fijamente, como si yo fuera una presa, si fuera esa ultimo fruto en el árbol en medio del desierto, así, así me veían.

Ya en el baño, me quito la ropa, abro el grifo para que el agua se vaya calentando y elijo la canción para bañarme. ¿Billie o Taylor?, esa cuestión está rondando en mi cabeza antes de entrar a la ducha, después de varias peleas mentales, me decido por Billie, pongo la lista de reproducción en aleatorio y entro finalmente.

El agua caliente tiene un efecto ensoñador en mí, siempre me cuestiono sobre lo que hago, pienso y si he hecho las cosas realmente bien. Últimamente mi mente ha estado muy tranquila, se podría decir que mi vida está muy normal, para nada muy sorpresiva, pero en medio de todo, estable. Eso sí, no contando con el sueño que tuve.

Por causa de la ensoñación del agua, mi mente presta atención a la lírica de la canción.

"I've never fallen from quite this high, fallen into your Ocean Eyes"

Así, así sentía esos ojos, un lugar donde la caída seria eterna, casi sin final, y peor aún, me sería casi imposible la salida, tal cual así lo presiento. De igual forma, nunca he sentido eso, se me hace una sensación tan lejana que pronto se fue de mente ese razonamiento.

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Salgo de la ducha, me planto al frente del espejo, empiezo peinarme y detallo que mi cabello café se acopla naturalmente a mi peinado, mis ojos brillan gracias al foco frente a mi ocasionando el cambio de color de castaño a casi ojos miel, y mi piel sorpresivamente no esta tan plagada de acné como de costumbre, lo cual sube dos rayas más a mi auto estima.

Ya peinado y todo, me marcho del baño con destino a mi habitación.

Llego a mi habitación, contemplo mi uniforme pulcramente puesto en mi cama listo para mi uso, volteo y sonrió en dirección a mi madre por eso. Parte de abajo, lista. Parte de arriba, lista. Al mismo tiempo de eso, sobre mi almohada de ositos, timbra mi teléfono informándome la notificación que cambiaría todo.

"Kenko.dance publico luego de mucho tiempo, presione para más información"

Abro el link y lo primero que veo es una historia, la cual informaba el ingreso de un nuevo integrante al grupo de baile, analizo la historia, "nos emociona contarles la entrada de nuestro— ¿nuestro? Es niño, en cierto punto me intriga...mucho—nuevo integrante, el cual nos acompañará desde hoy a las 8 de la noche, hora en la que será revelado, espérenlo."

La curiosidad hace su aparición en mi cabeza, recuerdo haber conocido al grupo un año y medio atrás, en un evento de K-pop, más específicamente en debut, la nostalgia me consume a la par que la curiosidad, solamente me tocará esperar a los ochos, para saber quién es, quien es él.

La voz elevada de mi madre me saco de la ensoñación en la que estaba.

— ¡Julián Andrés! —exclamo con voz dura pero dulce al unísono—Ya son las seis, tenemos que irnos ya al colegio, coge tu maleta y salimos. Ya. Rápido.

Y si, por si no se dieron cuenta, mi mama trabaja en la misma escuela en la que yo estudio, algo que puede ser tu mayor salvación, pero tristemente también tu peor pesadilla.

—Okey, nos vemos en la puerta—contesto al mismo tiempo que camino a mi habitación para tomar mi maleta. La agarro, me despido de mi hermano, acaricio a mi gato y salgo de ahí.

Al llegar a la puerta, corro por una manzana de la canasta del comedor y al compás de mi madre salimos de nuestra casa para intentar conseguir un taxi que nos llevara a la escuela.

Levanto mi mirada al cielo para detallarlo, azul claro contrastando con el gris de las nubes lúgubres, algo muy común de las mañanas de Bogotá, mi mamá me agarro el brazo y me guía a la calle en busca del coche que nos llevaría a nuestro destino. Un coche amarillo con negro bajo la velocidad a causa de la señal que hizo mi madre con el brazo indicando que necesitábamos su servicio.

Jalo la manija de la puerta, dejo entrar a mi madre al auto, seguido de mí al lado derecho de ella, me siento, saludo al conductor y empieza la marcha. 

Ocean EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora