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¡Ring!, la alarma indica el final de las clases y el suspiro de alivio de todo el salón, la profesora Gina nos desea un muy buen resto de día y delega los elegidos para el aseo del salón, efectivamente como me lo esperaba, hoy es mi turno de hacerlo, menos mal no me toca solo. Veo a lo lejos a Daniela mi compañera, coger la escoba para barrer, lo cual agradezco desde mis adentros con una sonrisa tierna hacia ella, mientras yo empiezo a levantar las sillas de los puestos, una a una, de forma rápida pero no brusca. Noto la palma de una mano posándose sobre la mía de manera suave, delicada y sobre todo segura, sin temores.

Al sentir esto me doy vuelta para saber de quién son esas lindas manos. Los ojos de Iván me esperan impacientes, como si quisieran hacer algo, como expectantes de algo.

— ¿Ya casi acabas corazón? —pregunta quitando su mano de la mía e irguiéndose para verme más de frente.

—Sí, eso creo, solo me falta levantar como tres sillas, cerrar las ventanas y creo que no más, ¿por qué lo preguntas?

—Te quiero preguntar si te gustaría que te acompañara a tu casa, obvio, si tú quieres, yo no te obligo a nada—me consulta con un gesto que solo yo noto, se rasca la zona interna de la mano, rasgo de que está nervioso.

—Me encantaría enserio, pero tú sabes que mi mamá trabaja aquí mismo en el colegio, y creo que hoy me pedirá un favor para hacer en la casa, por lo cual tengo que llegar rápido—detalle una pizca de decepción y de tristeza en sus ojos—pero oye, si quieres mañana, lo hacemos, te lo prometo. Por el meñique—propuse situando mi meñique frente a él, para que lo entrelazara con el mío.

Su meñique enlazo con tanta delicadeza que yo casi ni sentí el tacto, los dos apretamos nuestros meñiques y se creó la invisible pero leal promesa.

—Bueno, pero por lo menos te espero abajo para despedirnos y todo eso, entonces no te demores para que puedas hacer lo de tu mamá rápido.

—Okey, lo haré—finalizo viendo como Iván caminaba hacia la salida del salón y gira por un ángulo, el cual ya no está mi vista.

Iván, Ivancito, si sigues así podrías llegar a conquistarme algún día.

Termino de levantar los asientos, cierro las ventanas, Daniela se despide de mi con un gesto de la mano, el cual respondo de la misma manera, cojo mi maleta, mi celular y auriculares para finalmente salir de mi salón.

**

Me sorprende lo mucho que conozco el colegio, ya camino de manera autómata y sin titubeos, tanto así, que ya veo la puerta de la oficina de mi mama, y a ella terminando de atender a un padre de familia.

— ¿Cómo se encuentra la mejor secretaria de Bogotá? —indico sentándome en la silla de espera de su oficina.

—No te voy a dar permiso, ya te voy diciendo—sentencia mi mama sin siquiera dirigirme la mirada.

—Que feo que me tengas en esos términos madre mía.

—Porque te conozco los tengo, aparte de esto, por favor, ayúdame a entregarle estos papeles a la señora Rojas (nuestra vecina) antes de las 4, ¿bueno? —asiento con la cabeza recibiendo los papeles y guardándolos en mi maleta.

—Mami, me deberías regalar 1.500 pesos para comprarme algo ahora, por favor....... ¿Sí? —le pido con una cara de perro regañado, la cual de una forma u otra conmovió a mi mama, dándome el dinero necesario para caer en mi única adicción, las gomas.

Desde que tengo memoria, recuerdo mi amor por ellas, me encanta la variedad que hay en colores, texturas, presentaciones y sobre todo en sabores. Siento que la forma de tenerme ahí para siempre, es poseer un paquete de gomas a mi alcance y todo estará tranquilo.

Ocean EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora