Capítulo IV: no se cela a los amigos

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Cuando Kyle iba de vuelta a su casa en su bicicleta, sintió su teléfono vibrar en su pantalón, ignoró el llamado pensando que podría ser su madre preguntándole dónde es que estaba, ya que el entrenamiento se extendió por media hora y terminó saliendo bastante tarde de la escuela.

Su cabello húmedo producto al baño posterior se revolvía con la fría brisa de las calles de South Park y su teléfono seguía vibrando en su bolsillo insaciablemente.

En un semáforo en rojo, justo la calle antes de llegar a la casa, se detuvo y sacó el aparato tecnológico de su pantalón para revisar quién estaba siendo tan insistente en sus llamadas. Su madre era así, pero no creía que sería Sheila a esa hora, después de todo, nunca lo perturbaba cuando sabía que estaba haciendo algo que amaba, como jugar básquet.

Frunció el ceño al ver quién había llamado por cuarta vez seguida en tan solo diez minutos.

Stan Marsh.

Su amigo Stan.

Sin poder evitarlo marcó rápidamente su número, un auto le tocó la bocina y él se orilló aún más para poder conversar con el Marsh sin interrupciones, si tenía tantas llamadas perdidas debía haber sido algo de vida o muerte.

A pesar de que el Broflovski no tenía reales ganas de hablar con el pelinegro, no podía evitar preocuparse ante su insistencia por hablar con él.

Por la otra línea se escuchó la voz pastosa de su amigo.

Kyle.

—Hola, amigo —saludó—, ¿qué pasa?

¿Tú le dijiste a Wendy sobre lo que te comenté de las mujeres de aquí en Australia? —preguntó rápidamente, sin decir siquiera un hola para comenzar la conversación.

Kyle frunció el ceño.

—¿Qué? No —miró a su alrededor confundido, casi como si creyese que el pasar de los autos le entregarían respuesta ante la interrogante de su amigo—, ¿por qué le diría eso? —se extrañó.

Terminó conmigo —masculló el chico desde el otro lado del teléfono. Kyle pudo notar el tono quebradizo en su voz— y me dijo algo de que las mujeres eran guapas y cosas así y justamente a ti fue al único que le había hablado antes de eso mismo, ¿no crees que es mucha la coincidencia?

El pelirrojo sorprendido se quedó mirando un punto ciego en la nada intentando analizar lo que Stan le estaba diciendo desde el otro lado del celular. Su ceño se fue frunciendo poco a poco y de pronto sintió como algo ácido comenzaba a burbujear en su estómago.

—¿Estás... Insinuando que yo le dije a Wendy?

¿Quién más le habría dicho sino tú? —atacó.

¡No podía creerlo!, ¡es que simplemente Stan era imposible!

—¿Por qué se lo diría? —cuestionó sintiendo la rabia aumentar su intensidad desde el fondo de su ser.

Pues... no lo sé —respondió—, la cosa es que cortó conmigo, Kyle.

—Pero yo no tengo nada que ver con eso —dijo y luego soltó de sopetón, a pesar de haberse controlado en lo que diría, no pudo evitar decirle un par de verdades—. Mira, he intentado cuidar de Wendy tal y como tú me lo pediste mientras tu estuviste de fiesta en fiesta viendo muchas mujeres hermosas a las que llamabas tanto la atención por ser norteamericano que incluso podrían quitarme la virginidad...

Ah —le interrumpió—, entonces es por eso, ¿te molestaste porque te dije indirectamente que eras virgen y que tenías problemas con las chicas?

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