Un encuentro inesperado

79 4 0
                                    

Riiiiing, riiing,riiiiiing.

Me despierto sobresaltado debido al molesto e irritante ruido y apago como puedo el viejo despertador de mi abuelo. Sí, de mi abuelo. ¿Que por qué tengo esta antiguedad en lugar de la alarma del móvil? Porque las alarmas del móvil son inútiles en lo que a mi se refiere: demasiado suaves y fáciles de apagar; el despertador de mi abuelo, en cambio, es exageradamente escandaloso y complicado de parar, perfecto para mí.

Me levanto perezosamente de la cama y me dirijo al baño. Nada más entrar me encuentro con el reflejo de un chico alto y demasiado delgado debido al último estirón, de pelo color rojo pálido y unos ojos verdes. En realidad apenas distingo la imagen que tengo ante mi, ya que me he olvidado las gafas en la mesilla de noche. Me ducho rápidamente y salgo envuelto en una toalla. Ya frente a mi armario escojo la ropa que me pondré hoy para el primer día de clase: unos pantalones vaqueros viejos, una camisa verde claro y un jersey gris por encima de esta, acompañado de unas converse negras bastante gastadas.

Me pongo las gafas y bajo las escaleras . Sí, mi habitación está en el último piso de la casa, en el tejado. En cuanto salgo de mi cuarto escucho el constante ruido que indica que no soy el único levantado. Llego al primer piso y algo golpea mi pierna izquierda. Bajo la mirada y descubro que ese "algo" es Daniela, la menor de mis hermanos, y digo hermanos porque tengo unos cuantos. El mayor es Dylan, que tiene seis años más que yo. Él era el chico perfecto:buen estudiante, capitán del equipo de baloncesto, guapo, divertido y popular. Ahora está prometido y se encuentra muy lejos de nosotros, ya que se ha alistado en el ejército, por lo que pasamos mucho tiempo sin verlo. Yo soy el siguiente de la familia,mi nombre es Logan y con mis casi 17 años soy todo lo contrario a mi hermano:negado en los deportes que se practican en la escuela, demasiado buen estudiante a ojos de los demás, por lo que todos en el instituto me ven como un bicho raro, tímido y poco agraciado a ojos de mis compañeros.

Después está la mayor de las niñas, Isabella, de 12 años: alegre, inteligente, traviesa a veces, muy trabajadora y, sobre todo, un ángel de hermana. Tras ella llegaron los mellizos, Gabriela y Lucas, de 8 años. Son unos demonios. Son inteligentes sí, pero no usan el cerebro para el bien,siempre gastan bromas a todo el mundo, tanto en la escuela como en casa y nos vuelven a todos locos. Por último llegó Daniela, que tan sólo tiene 3 años, a quién por cierto adoro. Es preciosa, con un pelo completamente negro y que se riza formando unos graciosos tirabuzones; dulce, inocente, adorable, tierna, graciosa...lo que viene siendo el ser más perfecto en la faz de la tierra, de quién por supuesto siempre cuido encantado.

Fijo la vista en mi hermanita y la cojo en brazos.

-¿Por qué corrías, peque?

-Escapaba de Luck y Gabi, están maquinando algo contra Isa y me dan miedito-dice con sus ojos violetas mirándome aún soñolientos, y sí, tiene los ojos violetas. Es una extraña mutación en la melanina del iris que pocas veces se produce, como por ejemplo , en el caso de la actriz Liz Taylor.

-Tranquila, a ti no te harán nada, eres la protegida de todos. No les tengas miedo y bajemos a desayunar.

Bajamos a la planta baja y vamos a la cocina. Mis padres no están aquí, ya que están encargándose de los demás antes de irse a trabajar. Mi madre, Anxos, trabaja como historiadora en el Museo de Historia de Washington, por lo que tiene que ir todos los días desde nuestra casa, en Baltimore, hasta allí. Aunque vivimos en Estados Unidos, ella nació en un pequeño pueblo de Galicia, en el norte de España. Y mi padre, Jean Luca, es italiano, de la Toscana. Ambos se conocieron en la residencia cuando mi padre estaba en el último año de derecho y mi madre empezaba como universitaria en Columbia. Se conocieron de una manera algo especial. En la residencia donde vivían había la tradición de que los último cursos les hacen novatadas a los recién llegados, como en las fraternidades. A mi padre le tocó hacerle las novatadas a mi madre pero en cuanto la conoció le fue imposible, se había quedado embobado mirándola y cuando la escuchó hablar supo que no podría hacerle ningún daño alguien tan indefenso en ese lugar, pues cuando mi madre habló mi padre supo que era como él, europeo, y recordó lo difícil que le había sido adaptarse al nuevo idioma, a otras costumbres, lejos de todo lo que conocía. Empezaron a hablar y a pasar mucho tiempo juntos y a conocerse, y se enamoraron. Dos años más tarde se casaron y al siguiente nació mi hermano.

Detrás de los librosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora