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—𝑨h, genial —dijo Jasper, acercándose a Clarke, la rubia, y a Wells, el hijo del canciller—. Un mapa, ¿hay un bar en este pueblo? Yo invito.
Hera hubiera reído ante el intento de socialización de Jasper, si no fuera porque Wells lo agarró del brazo y lo empujó.
—¡Oye, oye! Suéltalo —dijo un chico, Murphy, acercándose junto con ocho jóvenes más—. Esta con nosotros.
—Relájense —dijo Wells, subiendo las manos en señal de paz—. ¿Queremos saber dónde estamos?.
—En la Tierra, ¿no es suficiente para ti? —preguntó Bellamy.
Ante el alboroto, los criminales se comenzaron a acercar curiosos. Hera sabía que, pasara lo que pasara, todos estarían con el que estuviera en contra de Jaha y su hijo.
—Debemos encontrar el Monte Weather —dijo Wells—. Oyeron el mensaje de mi padre, esa es nuestra prioridad.
—Lo único que escuche de tu padre, fue como nos desechó como basura —espetó Hera, sin poder controlarlo.
—Que se pudra tu padre —dijo Octavia—. ¿Crees que estas a cargo? ¿Tu y la princesita?.
Si era honesta, a Hera le agradaba bastante Clarke, tal vez era un poco mandona, pero era mejor que Wells.
—¿Acaso crees que nos importa quien esta a cargo? —dijo Clarke—. Hay que ir al Monte Weather. No porque el canciller lo dijo, sino porque entre más esperemos más hambre tendremos y más difícil será. ¿Cuánto creen que duraremos sin provisiones? Es un viaje de treinta kilómetros y si queremos llegar antes del anochecer hay que empezar ahora.
—Tengo una idea mejor —propuso Bellamy—. Ustedes vayan, encuéntrenlo. Que los privilegiados trabajen duro ahora.
—¿Que no entienden? Todos tiene que ir —dijo Wells, pero antes de que pudiera continuar Murphy lo empujó.
—Escuchen esto todos —dijo—. El canciller de la Tierra.
—¿Te parece divertido? —espero Wells.
Murphy le puso un pie atrás de su tobillo y lo empujo, logrando que Wells se lastime el pie.
—No pero eso lo fue —burló Murphy, mientras Wells trataba de ponerse de pie.
Los dos jóvenes se prepararon para pelear. Wells apenas podía mantenerse de pie. Era una pelea totalmente injusta.
Hera se acercó y le hizo una zancadilla a Murphy para que tropezara. El chico pudo sostenerse en la puerta de la nave.
—Que sea un poco más justo —dijo la pelirroja. Murphy la miraba con furia, parecía querer golpearla.
—Mierda —Hera se sobresaltó al ver a Finn caer repentinamente de la nave, parándose frente a Murphy—. ¿Como es que...?
