Capítulo 3

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Año 390

Quince años, quince años habían pasado desde que su hermano se había ido. Ni una pista ni un rastro, nada que les dijese el paradero de Riuk. Pero una sola carta sirvió para llevar al reino a la guerra.

El sol se estaba poniendo, pero seguía allí, en el descampado entrenado como si la vida dependiese de ello. Recordaba siempre las palabras de su hermano en esa misiva. Fue hace unos dos o tres días, la luna estaba en cuarto creciente y ella se encontraba en una silla, de madera concretamente; en frente, un mapa sujetado por varias piedras. Una pequeña brisa entró por la ventana haciendo que su pelo se moviese a su compás. Unos toques en la puerta la sacaron de sus pensamientos.

—¿Quién? —preguntó.

—Soy yo, Farah —contesto la voz de detrás de la puerta.

—Pasa —dijo sin aparatar la vista del mapa.

La puerta se abrió dejando a la vista a una muchacha de unos veinticinco años, de cabello color caramelo y ojos del mismo color. No sobrepasaba el metro sesenta, pero su mirada hacía que cualquiera que la quisiese intimidar recibiese el mismo trato por su parte, y eso era lo que le gustaba de ella, su actitud.

—¿Qué es lo que pasa Farah? —preguntó dirigiendo su mirada a la recién llegada.

—Ha llegado una misiva anónima, su sello no es de ninguno de los reinos cercanos, puede que sea de Oriente, pero su idioma es en mismo que el nuestro,  por lo que es imposible que sea un reino extranjero —explicó la pelimarrón.

—Ya veo, ¿me la dejas ver? —preguntó extendiendo su mano para que se la diese.

—Claro, tome —Farah extendió la carta hacia ella y se la entregó.

—Farah, ¿qué te dije de tanta formalidad conmigo? —dijo mirándola por el rabillo del ojo.

—Que no era necesaria —contestó con una sonrisa en su rostro.

—Y entonces, ¿por qué sigues siendo tan formal?

—Por dos razones, Andra –dijo mientras levantaba dos de sus dedos —la primera es porque eres mi reina y como tal hay que tratarte con respeto …

—Nos conocemos desde hace años, y todos los días te tengo que decir que no me trates con formalidad, y repetir lo mismo todos los días cansa —contesto con fastidio.

—Déjame terminar, no seas impaciente —masculló mientras colocaba una de sus manos en su cadera y a su vez bajaba uno de los dos dedos antes levantados— y la segunda, es porque me encanta molestarte. Últimamente pierdes muy rápido la paciencia y es muy gracioso verte molesta por una cosa tan insignificante como esa— terminó mientras sonreía enseñado sus dientes blancos.

—Dios... ¿que haré contigo y con tu humor de niño de tres años? —contestó mientras colocaba sus dedos índice y pulgar en el puente de su nariz —vamos a lo que nos importa, ¿sí?

—Vale, vale —dijo continuando con esa sonrisa.

Dirigió su mirada a la carta y se fijó en el sello, en él se podía apreciar una espada y de esta emergían dos grandes alas a cada uno de los laterales. No había visto nunca ese sello, podía ser de un nuevo reino recién formado, pero era imposible no le había llegado ningún registro de guerra, y mucho menos de la formación de un nuevo reino. Encima del sello había una sola palabra o, mejor dicho, nombre: Andra. Le extraño ver su nombre allí, pero dedujo que era porque iba dirigida a ella. La abrió y comenzó a leerla.

Mis respetos, Andra, hija de Edward y Miru, antiguos reyes de este. Sé que no te ha llegado ningún mensajero y mucho menos una carta de nuestro reciente reino, nos encontramos cerca de las montañas del oeste. Puede que te sorprenda, teniendo en cuenta que esa parte pertenece a tu reino. Pero querida enana, mis ansias por conquistar tu reino superan incluso a las que tenía padre de conquistar otros. Como te habrás dado cuenta soy yo, tu hermano, quien está escribiendo esta carta. Puede que te extrañe que no haya llegado ningún mensajero a tu palacio. Eso tiene una muy buena explicación: cuando conquistamos el oeste, ¿como decirlo…?, aniquilamos a todos los que vivan allí. Te propongo una cosa, “hermanita”. Tú y tu ejército, dentro de seis lunas en la montaña donde solíamos ir con padre a comer. Si no te presentas seguiremos avanzando hasta terminar contigo y con tu queridísimo reino. Creo que en estos quince años has aprendido diferentes disciplinas, y no me refiero solamente a saber manejar una espada, sino a la estrategia. Desde pequeña siempre fuiste más lista que casi todos los profesores. Te esperaré, y sabré la estrategia que piensas utilizar, al fin y al cabo tenemos la misma sangre.

Riuk

Sangre no significa familiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora