Capítulo 5

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El sonido del metal chocando era lo único que se escuchaba en esa estancia, llevaban horas entrenado sin descanso y cuando al fin consiguió apartar la espada de su adversario y dejarla a una distancia aceptable, le colocó la suya en la garganta en señal de victoria.

Te gané —dijo sonriendo —por primera vez, te gané Farah.

Así es, pero, te lo vuelvo a recordar — dijo mientras se agachaba lentamente — nunca bajes la guardia.

Tras esto adelantó un de sus piernas, giró sobre sí misma y golpeó los talones de Andra haciendo que cayese de bruces al suelo.

Farah, porque tienes que ser siempre tan dura conmigo, sabes que tus patadas y puñetazos dejan marca, ¿verdad? — declaró mientras se inclinaba y apoyaba en una de sus manos al mismo tiempo que, la otra acariciaba levemente su estómago, lugar donde con anterioridad su amiga, si todavía podía llamarse así después de todos los golpes recibidos por su parte, le había pegado.

Deja de ser tan llorica y levántate, te enfocas tanto en la búsqueda de tu tío que te olvidas de como pelear— contestó mientras le tendía su mano.

Que conste que cuando te gane me encargare de que me ayudes en esa búsqueda, te haré pasar todos los días en la biblioteca conmigo— dijo mientras sonreía de forma burlona y se colocaba en posición de ataque otra vez.

Más quisieras— respondió imitando su acción.

Antes de que otro enfrentamiento volviera a acontecerse las puertas de la estancia se abrieron de par en par dejando a la vista a un hombre de mediana edad, de pelo blanquecino y ojos color pardo. Lo conocía perfectamente, seis años atrás su padre estaba siendo víctima de una rara enfermedad y los médicos le dijeron que no le quedarían muchos días de vida, por lo tanto, decidió redactar su testamento, dejando como heredera a su hija y como consejero a su fiel amigo Aldo. No le gustaba recordar la muerte de su padre, no se sentía culpable, pero al igual que había hecho su madre, su padre también tuvo que irse y dejarla a merced del mundo.

Andra, necesito que me acompañes, tenemos cosas que discutir— comentó el hombre mientras dejaba a la vista el pasillo lo cual, significaba que debía acompañarle sí o sí.

Aldo, ¿no puedes esperar un poco? Estamos en proceso de empezar un enfrentamiento.

Andra no te lo volveré a pedir, o vienes conmigo o te quedas sin documentos para seguir con esa búsqueda tuya.

Ya voy, y tú— dijo señalando a Farah— ten por seguro que esto no ha terminado.

Aquí te espero— contestó colocando la espada en su hombro derecho.

Entregó su espada a uno de sus sirvientes y siguió a su consejero a un cuarto, en el medio de este una gran mesa de madera cubierta por una gran cantidad de papiros adornaba la mitad de la habitación y a su alrededor unas diez o doce sillas cubiertas cada una por una manta.

Y bien, ¿qué querías discutir? — preguntó sentándose en una de las sillas.
Tienes veintiséis años y todavía no has encontrado un marido, he hecho una recopilación de los que podrían ser candidatos— dijo mientras le entregaba varios pergaminos con la información de príncipes y nobles.

Te lo vuelvo a repetir por última vez, si crees que por ser mujer no puedo dirigir un reino estas muy equivocado, en estos seis años he conseguido lo que muchos reyes intentaron, he conseguido la paz con otros reinos, he consentido que varios reyes se burlasen de mi por el simple hecho de ser mujer y lo he consentido para no entrar en más guerras. Pero ya no lo pienso aceptar más, si piensas así no eres ni por asomo digno de ser llamado consejero del rey.

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⏰ Última actualización: Mar 16, 2021 ⏰

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