Febrero 6

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La ropa se me pegaba al cuerpo, hacía mucho que no corría tanto, el corazón me latía demasiado rápido, tan rápido que se sentía como un zumbido.

El viento soplaba recio, insistiendo en despeinarme el cabello, el atardecer teñía de malvas el cielo y los árboles se despedían de la luz del sol.

Todo parecía apacible, quieto, silencioso. Pero dentro de mi había una sensación que me provocaba arcadas de los nervios, aunque probablemente fue el aire que tragué al respirar por la boca.

No sabía qué hacer o hacia dónde correr; después de todo, lo que me perseguía era saber que te estabas yendo, que te estaba perdiendo, y los nervios eran querer llegar a casa e intentar que te quedaras conmigo, aunque después de todo, era imposible.

Hasta luego, mi vieja, nos volveremos a encontrar.

Luna

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