Un mes más del primer día.

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No hace tanto tiempo, la verdad, pero hoy se cumple un mes más de ese día, aquel día que esperaba un bus que nunca llegó bajo una inmensa tormenta, ya habíamos hablado antes pero nunca te había visto, solo sé que me escribías a cada rato, preocupado "¿Cómo estás?, ¿tenés frío?, ¿Ya tomaste el bus?, ¿cómo te sentís?" y la verdad es que para mí era un detalle grande, nadie suele preocuparse por mí, mucho menos un desconocido. Insistías en alcanzarme una campera y yo decía que no salieras, que hacía mucho frío, y volvías a insistir. La verdad es que habían pasado horas y te avise que iba a lo de una amiga, que ya estaba muy mojada, que podía enfermar, y por casualidad, tu casa estaba cerca del camino por el que pasaría, así que nuevamente te ofreciste a llevarme tu campera, y de paso acompañarme, esta vez accedí, te esperé unos minutos en una plaza y llegaste, estabas lindo, aun cuando recién te habías levantado, me diste la campera, sostuviste mi mochila y comenzamos a caminar, me preguntaste que si era muy lejos y la verdad es que no sabía explicarte, pero estaba muy nerviosa. Te miraba mucho, me llamaron la atención tus pecas, te quedan bonitas, y te veías tan lindo caminando a mi lado a pesar de la tormenta. Pasaron dos días y volví a devolverte tu campera, fue la última vez que fui a tu ciudad, y creí que no volvería a verte, te llevé un chocolate, del que me dijiste que te gustaba, y la verdad es que aún recuerdo cual es, te devolví la campera y me acompañaste a esperar el bus, otra vez, otra vez te miraba, y no dejaba de admirar lo bonito que te veías, luego me fui. Quedábamos hablando, y luego viniste a verme, mis piernas temblaban mucho, espero que no lo hayas notado, te llevé a mi lugar favorito, no suelo hacer eso, pero sentarme ahí, a tu lado, era el evento más sosegante, no quería otra cosa, comencé a abrazarte, y noté lo cálidos y cómodos que son tus brazos, admiré tus manos, y vi detalladamente tu rostro, que me encanta, tenías el pelo largo, y te quedaba muy bien, hasta que decidiste ser un pelón, y me causaba gracia. Los dos estábamos un poco tímidos, y en un momento que te tenía muy de frente salió de mí y sin pensar mucho un "¿Me das un beso?" me miraste y me diste un piquito, me resultó tierno. Nos reímos un poco de lo estúpido de tus tatuajes que tan lindos se te ven. Antes de irte te abracé por la espalda mientras leías un cartel, y cuando hablamos de eso me dijiste que te dio ternura. Cuando volviste ya eras un pelón, y era el segundo martes que nos veíamos, reñí un poco tu corte pero te quedaba bien, me probé el buzo que llevabas ese día, y me quedaba muy lindo, se olía en el tu perfume y me encantaba, luego el perfume quedo en mi ropa, y cuando nos despedimos me obligó a extrañarte. Hubo uno de los días en que hicimos idioteces, como siempre, pero la máxima fue darnos 100 piquitos, fue divertido e idiota, o las veces que dijiste "Uy, un yacaré" mirando bajo del puente que apenas si tenía agua, solo por hacerme reír, me gusta reír contigo. Me gustan las fotos que nos sacamos algunas veces, entre ellas, unas que llevabas puesta mi campera favorita, y es que te quedaba mucho más bonita que a mí, pero no tanto como lo hermosa que me quedaba tu campera verde, nada superaría eso. Nunca me pasaste esas fotos. Me gusta cuando te reís de mí, porque haces que me ría contigo, te reís de mi tic, y de que no sé hablar.

 Últimamente, casi no hablamos, solo discutimos y eso me da mucho miedo, me aterra perderte, y me gustaría que entiendas que de verdad te quiero, aunque me cueste demostrártelo, y soy un disco rayado, que te dice siempre no saber qué hacer. La verdad es que soy una persona con tendencia a irme cuando algo me asusta, y la verdad es que esto me asusta, y si me quedo es porque quiero quedarme contigo, no sola, contigo, que vos me acompañes, que seamos nosotros y no solo vos y yo por separados, quiero que reconstruyamos todo aquello que dejamos destruir, lo mismo que habíamos sabido construir juntos. Hoy a la mañana, antes de salir para el hospital me escribiste, pero como muchas veces, te estabas despidiendo, te estabas rindiendo, y mi miedo era inexplicable, solo quería llorar, luego hable de vos con mi amiga, y le dije que no sabía que era lo que hacía mal, porque sentía que ya no eras lo mismo que al principio, no sé por qué, simplemente lo sentía, y luego lo hablé con mi psicoterapeuta que no supo decirme mucho. Nada más que decirte, solo que espero que podamos volver a ser igual que antes, aunque quizá, nunca llegues a leer esta carta porque quizá no sepas de la existencia de la plataforma en la que lo escribo para no decírtelo.
Te quiero, Px. 
Luna.

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