12.

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Me rompen las pelotas. 

Katie's pov:

— Madre — agaché la cabeza ante la diosa Deméter.

Podía notar su mirada penetrante en mi nuca.

— Niña, levanta de ahí — ordenó con voz autoritaria. — Te sale joroba cuando te inclinas. Debes corregir tu postura.

Años sin hablar la una con la otra a solas, una guerra letal de por medio... ¿y ésas eran sus primeras palabras?

¿Que tengo joroba?

— Sí, madre — acepté, estirando mi espalda hasta que ésta me dolió.

No podía evitar sentir como si me hubieran metido un palo por el culo.

Deméter me escrutinó con la vista. Sus ojos recorrieron mi figura mientras yo apretaba los labios e intentaba aguantar la compostura.

— Sería bueno que la próxima vez tu túnica llegara hasta los tobillos — vi que alzaba una ceja. — Las túnicas de falda corta no te favorecen. Además, tienes un aspecto tan provocativo...

Avergonzada, intenté tapar como pude mis piernas desnudas.

"Bueno, a mí mis muslos rellenos tampoco me hacen saltar de alegría", rezongué para mí.

Pero aquella era mi túnica más elegante, y me había hecho ilusión utilizarla para visitar el Olimpo. Creí que me vería elegante, madura y con aire regio. Ahora, bajo la dura mirada de mi madre, sólo quería salir corriendo de allí.

Deméter se colocó a mi lado, con los brazos recogidos y las manos en el centro de su estómago.

— Ven, querida. Paseemos.

— Está bien.

Tomé uno de sus brazos y lo entrelacé con uno de los míos. Seguí sus pasos; Deméter caminaba pisando muy fuerte en el suelo, como asegurándose que nadie olvidara su presencia.

Ah, y no se detenía a esperarme. Ni a mí, ni a nadie.

— Una velada espléndida.

— Desde luego.

— La comida estaba deliciosa, ¿cierto? Yo misma coseché los cereales para los panecillos.

— Eran lo mejor que he probado.

— Bien.

— Bien.

"¿Aló? ¿La fábrica de Conversaciones Incómodas? Sí, sólo llamaba para informar que se superaron con su producto".

Por nuestro lado pasó el dios Apolo, girando sobre sí mismo con una ninfa en brazos. Llevaba un traje de lentejuelas y bailaba el cha-cha-cha, dándolo todo.

Deméter le dirigió una mirada de desdén, y noté cómo me apretaba más el brazo.

— El dios del sol — se notaba el desprecio en su voz. — Si alguna vez se acerca a ti...

—... corro hasta el bosque más cercano. Lo sé.

Deméter frunció el ceño: — No me interrumpas, niña. Eso es de maleducados.

Mi madre me llevó más allá de una de las mesas con comida, donde Ares se encontraba de brazos cruzados y gafas de sol.

El dios de la guerra miraba fijamente cómo Afrodita charlaba con algunos semidioses, y hubiera resultado intimidante... si no fuera porque bebía zumito de naranja con una pajita para niños.

De flores y bromas pesadas (#TRATIE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora