XXXVI (triginta sex)

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Amelia

Las imágenes son borrosas, el ruido de las sirenas, el viento de una hélice, la fuerza de unas apresado y embarradas manos - es probable que sea el húmedo suelo del bosque -, las voces de las personas que comienzan a charlar sobre mi situación médica, sigo sin entender ese dialecto. A veces, pienso que esto paso hace días, horas, incluso hace unos segundos.

El pitido con el mismo ritmo que un latido de corazón, eso me hizo recordar cuando papá quiso evaluar el bombeo de la fauna marina, los resultados son sorprendentes. Mis oídos están atentos a todo lo que sucede alrededor, aunque poco y nada sé estando quieta y sin poder mover una minúscula parte del cuerpo. Suena extraño, pues no escucho a los animales silvestres, ni los aullidos de los lobos antes de la medianoche y menos a los árboles danzar con el viento, haciendo que entre ellos choquen con ramas y hojas, dejando una pequeña evidencia en la acuosa tierra.

Las últimas imágenes que se vienen a la mente son; el disparo de August que fue intencional para evitar mi viaje hacia Estocolmo, el accidente de Oliver al jalar el gatillo para darle un traicionero escape, como un completo cobarde. Y la última, fue ver al extraño hombre con sus ojos abiertos en mis narices - es la segunda persona que veo su muerte -, considerando que una tercera persona me ha cogido. No lo sé, hasta que pueda despertar en un cien por ciento, ahora solo hablo con los pensamientos de la cabeza.

Lentamente comencé a abrir los párpados, hay una disminución en la luz, el ojo derecho no puedo abrirlo, está cubierto por una almohadilla o algo que asegure mi recuperación después del horrible golpe del que Oliver con su furia interior produjo. Y seguramente mi caída y el arrastre por intentar mi defensa propia, sumando la suciedad y la tierra, infectaron la pupila. Con la poca fuerza que iba quedándome trate de levantarme de la cama, apenas distingo la habitación con un solo ojo y eso también afecta en el equilibrio para mantenerme semi recostada por unos segundos, cosa que se hace bastante complicado.

Levantó la mano izquierda, tengo una intravenosa, está se dirigía con un diminutivo tubo hacia una bolsa que debe contener la medicina y el suero para bajar las dolencias de la caída y lesiones. También tengo puesta una sonda nasal que me introduce oxígeno.

¿Cuánto tiempo llevo aquí? Deben ser horas o días, no lo sé.

¿Qué produjo que terminara tan aislada del ruido? Incluso puedo seguir en manos de Oliver, que ha hecho llamados para mantenerme bajo perfil.

Un sonido proveniente de la puerta, alertó a los cuatro sentidos, el corazón me late, cualquier extraño puede llegar y hacer algo mucho peor de lo que me hizo ese maldito hijo de su madre.

La silueta de la persona, hizo notar que traía ropa holgada. Y una caminata pausada, dándome más inquietud y ansiedad para saber quién había entrado a la habitación.

-Amelia, hija.

Era mi madre, su voz se quebró.

-Mamá, ¿Estoy enferma? ¿Es un sueño? - pregunté antes de asegurarme que fuese ella.

-Tranquila, estás muy débil. Intenta no forzar tu vista. Menos intentes levantarte ¿Si? - hasta su voz, el volumen y la manera en la que está hablando se nota muy sensible.

-¿Porque la iluminación es baja? Quiero ver tu rostro - insistía en mirarla aunque fuera dos segundos.

-Amelia, paciencia. El ojo derecho está recuperándose de un golpe, además traes una infección que se debe recuperar pronto - acarició mis tibias manos con las suyas.

-Perdóname, prometí no regresar al hospital. Y mira, estoy aquí nuevamente - busqué su mirada entre la mediana oscuridad.

-Eso no importa ahora - mamá sabe muy bien que había hecho una promesa antes de marcharme supuestamente a Londres, bueno ya saben el resto de la historia - Lo importante, es que estás aquí con nosotros, tu familia, amigos y... Muy pronto, a Alexander.

Amelia Walker, Revelación©  Parte 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora