IV

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Capítulo 4.




Sam Fender era un chico talentoso, alto, y de brillantes ojos cielo. Un cantante que había atraído la atención de Louis hace un par de años, cuando una de sus canciones llegó a sus oídos.

Se conocieron en unos de sus conciertos, cuando Oli -amigo de la infancia de Louis- le dijo que necesitaba salir a distraerse, y que había conseguido boletos para un buen show.

De alguna manera, terminó invitando a Samuel por una cerveza, y al final de la noche, un nuevo amigo fue añadido a su lista de amigos cercanos en Instagram.

Sam Fender.

El nombre rebotó en la cabeza de Louis una y otra vez durante todo el camino a Perth. Sam sería el nuevo telonero en los conciertos, y su primera presentación sería en Perth.

No se sentía nervioso por verlo, si no, por los consejos absurdos que Niall le había dado hace ya tres días.

¿Cómo iba a enamorarse de Sam?

Sam ni siquiera parecía ser gay.

Negó despacio y siguió buscando la pijama de princesas que estaba en la pequeña maleta purpura.

—Papi, ¿Puedo ir con tío Niall? —. Delilah insistió por segunda vez desde que pisaron la habitación del hotel.

—Mañana, ¿Sí? Ahora Niall debe de estar dormido —.

Un puchero se marcó en sus rojos labios, y comenzó a llorar de manera escandalosa, sobresaltando a Louis.

—Shh, shh, no llores, vas a despertar a los demás —. Le pidió, pero ella no hizo caso ni por un segundo.

Él había creído firmemente que el único problema que Delilah le causaría en la gira sería el de dejarla a cargo del equipo mientras daba el concierto, pero había estado terriblemente equivocado.

Delilah no podía acostumbrarse a los cambios de horario; dormía cuando no debía, y eso ocasionaba que estuviera despierta cuando, se suponía, debía dormir.

La comida resultó ser otro problema que no vio venir; la niña se negaba a comer algo que él no le diera, y él a veces estaba demasiado ocupado, así que en ocasiones ella no comía por simple capricho, pues Niall se había ofrecido varias veces a ayudarlo, pero Delilah no probaba ni un bocado si él no estaba allí.

Los hábitos eran su mayor tormento, ya que la niña se había acostumbrado a tener un cuento, o una canción, antes de dormir. Ella estaban acostumbrada a recibir toda su atención, y que estuviera disponible con sólo llamarlo, pero ahora que no podía seguir esos hábitos, la actitud de Delilah se volvía más caprichosa, haciendo rabietas y llorando por cosas pequeñas.

A ese paso, se iba a volver loco.

—Princesa, escúchame —. Se hincó para poder estar a su altura —Niall está muy cansado, no ha dormido bien, al igual que todos. ¿Podrías dejar de llorar? Tío Niall se enojará si lo despertamos —.

—Pero quiero ir con él —. Sollozó un poco más fuerte, haciendo desesperar a Louis, pues no era la primera vez que ella lo hacía.

Zayn le había dado una queja el otro día sobre las pocas horas que estaba durmiendo por culpa de los sollozos de su hija.

Intentó solucionar el problema haciendo que durmiera con Niall, pero ella encontró otra excusa, diciendo que su tío se estaba quedando dormido mientras jugaban.

Y si era sincero, no era justo para Niall tener que dejar de dormir las pocas horas que tenía, sólo para que el resto pudiera hacerlo.

—Te voy a comprar un montón de galletas si dejas de llorar —. Le propuso.

 •Un Beso No Te Traerá De Vuelta • LSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora