Superficial

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Tengo la maldición de la superficialidad;
a la gente le caigo bien,
hasta que le caigo mal.
Les parezco agradable,
hasta que me vuelvo terca.
Les parezco muy hermosa,
hasta que me ven de cerca.
La bondad que en mi proyectan,
muere con mis palabras,
con mis erráticas acciones,
y mis ideas macabras.
Sí he pecado de pecar,
de actuar, de pensar,
de sentarme a imaginar las más oscuras situaciones.
Y si en mi proyectan luz,
en mi oscuridad ha de morir,
pues el corazón no puede valerse de ilusiones.
No son pocas las ocasiones en que desvarío,
lloro, río,
me regocijo en mis pensamientos,
en la prisión que es mi cabeza,
y en mi torbellino de sentimientos,
que siempre acaba en tristeza.
Tengo la maldición de no estar mucho tiempo sola,
pero pasar aún menos tiempo acompañada.
Me adoran y me embelesan,
y cuando la ilusión tropieza,
se alejan de mí sin dudas,
y de nuevo quedo abandonada.
Mi maldición es ver felices,
a las personas que he amado,
y saber que nunca sentirían eso de estar a mi lado.
Mi maldición es ser irrepetible,
hasta que eso se vuelve algo bueno,
y de forma impredecible,
dejo de ser la posesión más valiosa,
y se instaura el deseo
de no cruzar caminos de nuevo.
Mi maldición es que me quieran,
y atraer a quien yo quiera,
y vivir con el miedo constante,
de saber que jamás será eterno,
ya que esa es la maldición,
de mi corazón impío;
ser en principio la amante brillante,
y luego caer en el olvido,
como un viejo trofeo,
como un envase vacío.

SeráDonde viven las historias. Descúbrelo ahora