First Time

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Conway bottom.
















Temí desde el momento que decidimos dar el siguente paso, la nula experiencia que tenía me llevaba a aumentar el grado de preocupación dentro de mí; sentía mi piel cubrirse por una película de sudor y mis ojos  cerrarse cuando Gustabo inició el toque en mi cuello. Lentamente, sentía cómo su boca se abría y entre su cálido aliento y mi carne, se generaba un baile de saliva y besos.

Me estremecí cuando sus manos se movieron y tocaron mi abdomen sobre la ropa, era la primera vez que alguien tomaba la iniciativa conmigo, estar con un hombre jamás fue algo de mi día a día, las veces que sentía atracción hacia ese sexo en específico, mi mente trataba de generar otros pensamientos, pues para mí jamás fue fácil entablar una relación con alguien que demandaba la misma fuerza bruta y dominio que yo.

Las veces que me planteé el querer esto fueron las mismas que huí, pero ahora estaba entre los brazos de alguien sediento por mi cuerpo, mi propia dominancia se había ido cuando mi cuerpo se entregó por completo. De nuevo, sus labios descendieron de mi mejilla hasta mi cuello, con sus manos comenzó a deshacerse de mi propia ropa propiciando el quitarla mientras yo seguía absorto en mis pensamientos intentando procesar el hecho de estar entre los brazos de alguien más.

Me vi desnudo ante él, su mano tocó mi rostro y bajó levemente sobre mi torso, lo miré y sus ojos no se despegaron de su mano que paseaba por todo mi cuerpo. Rápidamente, él fue el siguente en quedar al aire. Su cuerpo era fuerte y esbelto, su piel blanca albergaba rasguños, hematomas y golpes. Parecía una obra de arte que reflejaba el dolor carnal, pero sus gestos reflejaban lo contrario.

Deseé ver cómo su espalda se fruncía a la vez que sus omóplatos se movían en su lugar gracias a las acciones que hacía al desprenderse de su camisa. Con la tenue luz que se colaba por la ventana de aquella habitación, los aretes en su oreja brillaban y la tinta dentro de su piel se hacia cada vez más visible: tatuajes en todo el brazo, en la periferia de la mano y uno que recorría del cuello hasta su nuca, cada uno con colores calientes y bordes fríos.

Esa imagen no era de alguien que debe servir a los ciudadanos, cuando se desprendía de sus prendas era alguien diferente; alguien humano y real.

Regresó hasta mí para seguir devorando mi boca, su pene se pegó a mi abdomen y buscó más fricción. Podía sentir la humedad salir de él cada que su cadera se movía y restregaba su glande sobre mi abdomen. Esta vez no me dejó ser el primero en usar la fuerza para comenzar los preliminares de la penetración.

—¿Seguro? —Cuestionó despegando su boca de la mía. Sus ojos azules eran dulces y una leve sonrisa adornó su rostro cuando estuvo a escasos centímetros de mí.

Asentí aferrándome de su espalda. Con su mano derecha empujó mi cuerpo e hizo que quede completamente sobre el colchón, sus rodillas caminaron entre mis piernas y con su rostro serio, las levantó ligeramente. Miré cómo lamió sus dedos y se inclinó hasta mí para dejar un camino de besos sobre mi pecho, aún estaba tomado de mi pierna haciendo que mi entrada se vea a la perfección. Sentí mi cuerpo levantarse cuando ejerció más presión y sus ojos se conectaron a los míos.

Con su mirada pegada a la mía, me metió por primera vez un dedo dentro, su boca se abrió y la mía dejó salir un jadeó por la intromisión. Era una sensación extrañaba; era también incómoda y dolorosa. Me estremecí y doblé la espalda cuando otro se abrió dentro mío.

Gustabo acercó su cuerpo, su pecho chocó contra el mío, y entre palabras queditas, pronunciaba mi nombre.
—Jack, si quieres que pare, dímelo.

—Continúa.

Y lo hizo, siguió apoyado con un abrazo en el colchón y con el otro metió el último dedo que comenzó a moverse de manera pelicular. Ya no había la incomodidad, ahora aquella acción me hacía gemir y jadear cuando su boca comenzó a moverse sobre mi cuello mordiendo la piel y succionando todo a su paso.

Irguió su espalda y sacó sus dedos de manera repentina, me quejé por la falta de algo llenándome, pero rápidamente tomó su pene y lo acercó para rozarlo sobre mi entrada. Abrí la boca por la nueva sensación, la adrenalina en mi cuerpo aumentaba cada vez que jugaba conmigo, pero de un momento a otro, me penetró firmemente incapacitando mi garganta para gritar, sólo salió un ronco gemido acompañado de mi columna vertebral que se curveaba al instante.

Gustabo era grande, demasiado grande. La sensación era muy diferente a sus dedos, había un toque de ardor por ser la primera vez que me penetraba. La calidez de alguien más se sentía bastante bien y Gustabo buscaba la manera de hacer ese momento algo que ambos podamos disfrutar.

Me miró y comenzó a moverse haciendo que mi cuerpo se deslice y amontone las sábanas sobre mi nuca, lo miré y me sostuve de sus brazos a cada lado de mi cabeza. El dolor se difuminaba con la sensación placentera en mi cuerpo, eran como mil corrientes navegando por cada poro sensitivo de mi cuerpo, mi columna baja sentía una presión de envoltura digna de enmarcar y su piel chocando contra la mía generaba la música clásica de dos cuerpos uniéndose.

Bajé mis manos a las sábanas para apretarlas con euforia, las contrarias llegaron a mi cuello para ayudarse a seguir embistiendo con la misma fuerza que el principio. Entre gemidos, aquel agarre sobre mí se hacía cada vez más fuerte, la sangre se estancaba y me hacía más sensible al mi mente no poder valerse por sí sola.

Lo tomé de las manos cuando la fuerza aumentó y mi manzana de Adán se hundió ligeramente, el aire faltaba y los jadeos que intentaban salir de m boca desaparecían por un salir vacío. Sus ojos se pegaron a los míos y siguió follándome con más fuerza. Cuando suavizó el agarre, tomé una gran cantidad de aire para mis pulmones, se separó e hice que sus manos vuelvan hacia mí, quería que vuelva a ejercer toda esa fuerza que me hacía sentir morir en el acto.

Apreté sus dedos incapaz de pronunciar palabras, sus gemidos salieron cuando embistió más fuerte de lo normal, aquella sensación nueva dentro de mí se hizo más fuerte cuando un punto en específico era atentido. Se inclinó y juntó nuestros labios a la par que hacía lo que le pedía, mi cuerpo rebotaba y él lo detenía con esa postura.

Tomé su espalda y rasguñé la piel cuando el placer fue incapaz de ser soportado, mi pene comenzó a ser masturbando por mí y en cuestión de segundos eyaculé sobre su abdomen. Lancé un grito antes de hacerlo, uno tan fuerte y ronco que le ayudó a aumentar la velocidad de sus embestidas.

Tiró de mi labio y escondió su rostro entre mis hombros para morderlos y enterrarse más. Se corrió dentro y su cuerpo se tensó mientras sus dientes seguían aferrados a mi piel. 

Volvió a hundirse más fuerte dejando salir lo que quedaba de su semen. Se separó y besó mis labios como si fuese la última vez que lo haría.

SINNERS || INTENABO +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora