Puertas Astrales

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Capítulo Uno
La Comprensión de lo Astral
La forma compuesta de la esfinge también representa, por analogía jeroglífica, las cuatro propiedades del agente universal, es decir, la Luz Astral: disolver, coagular, calentar y enfriar. Estas cuatro propiedades, dirigidas por la voluntad del hombre, pueden modificar todas las fases de la Naturaleza, produciendo la vida o la muerte, la salud o la enfermedad, el amor o el odio, la opulencia incluso o la pobreza, según el impulso dado.
Eliphas Levi, Historia de la magia.
Me llevó más de diez años descubrir qué es lo que esto significaba. Los textos ocultistas están llenos de referencias al Plano Astral - o Luz Astral, como la llama Levi - pero las definiciones lúcidas son escasas y se encuentran muy diseminadas.
Las descripciones son tentadoras. Abominado por la mística, que lo considera como una desviación del desarrollo espiritual, el Plano Astral recompensa al inspirado de muchos modos.
En él encontrará las visiones del Tiempo Pasado y del Tiempo Futuro. En él encontrará a dioses y a demonios, a silfos y a salamandras, a los arcángeles y a los espíritus elementales. En él hallará el secreto del poder, la clave - como lo insinúa Levi - hacia la producción de efectos milagrosos en el plano físico.
Todo esto y mucho más aún... siempre y cuando pueda llegar al propio Plano Astral.
Al principio, consideré al Plano Astral como un continuo paralelo de Espacio/Tiempo. La idea estaba muy influenciada por la ciencia ficción y, vista retrospectivamente, contenía un germen de verdad. Pero no era toda la verdad; ni siquiera un buen acercamiento a toda la verdad.

Más tarde, creí que el Plano debía ser el Tiempo, considerado como una cuarta dimensión. Esta idea provenía de Ouspensky, quien afirmaba que una criatura tridimensional que operara en un mundo bi-dimensional debía producir efectos milagrosos. Podría, por ejemplo, escapar de las "paredes" de un cuadrado pasando por encima de ellas. Desde un punto de vista bi-dimensional, sin una concepción de altura, podría haber ocurrido un milagro. Quizá entonces los milagros en el mundo tri- dimensional son simplemente las manifestaciones de una cuarta dimensión, imperfectamente experimentada como Tiempo.
¿Podría esta Cuarta Dimensión ser el Plano Astral? Así lo pensé durante un tiempo, pero las descripciones nunca realmente agregaron nada definitivo.
El término "astral" tal como aparece empleado en la literatura ocultista a mi ver tampoco agregó nunca nada. Tuve entonces la impresión de que el término tenía más de un significado. Por ejemplo, el "Cuerpo Astral" de Muldoon1 no tiene una verdadera relación con el Plano Astral. Sus laberintos ocurrían en realidad en el Cuerpo Etérico, que es otra cosa diferente.
Posteriormente se me ocurrió que el Plano Astral no era un lugar, y comprendí una de las razones por las cuales magos tales como Levi prefieren la expresión Luz Astral. Pensar en lo Astral como una condición también tiene sus inconvenientes. Todas las descripciones parecían exactamente las de un lugar.
Mientras intentaba ingresar como miembro de una fraternidad ocultista en Londres, le formulé la pregunta a alguien que, según pensé, conocería la respuesta. Me respondió que "Plano Astral" era un antiguo término para designar el reino de la imaginación visual.
Años más tarde, yo daría la misma respuesta a una estudiante. Ella frunció el ceño y dijo que no podía ser; la respuesta era demasiado simple. Mi propia reacción fue similar. Describir el Plano Astral como objeto de los ensueños diurnos casi parecía un insulto a los antiguos textos mágicos o grimorios.

Sin embargo, mi mentor tenía razón y era yo el equivocado. Mi problema consistía en una comprensión superficial de la respuesta. Como la mayoría de la gente, yo equiparaba imaginación con irrealidad.
La comprensión dista mucho de ser fácil y pido disculpas de antemano a algunos lectores que hallarán oscuras las próximas páginas. El resto del libro no lo es tanto, lo aseguro, pero está basado en las ideas que daré a continuación, por lo cual se les exige un poco más de concentración en este momento.
Para abordar el problema, descubrí que el mejor camino era analizar primero quiénes - o qué - somos.
Este ejercicio se realiza pocas veces. El hombre medio se acepta sin exámenes. Él es un cuerpo y una mente. Su naturaleza última es un misterio, porque rara vez siente necesidad de pensar en ella.
Los budistas Zen de Japón y los sufís de Medio Oriente prestan mayor atención al Yo esencial.
Durante el entrenamiento preliminar, un adepto sufí puede colocar una vela encendida debajo de la mano del discípulo. "¿Qué es lo que he hecho?", le pregunta cuando este ha retirado súbitamente la mano dolorida. " ¡Me has quemado!, responde.
Pero él le explicará con paciencia oriental que no lo ha quemado a él. Porque su cuerpo no es él, no es su esencia.
Si el doloroso experimento se repite, quizá se sienta tentado a contestar que él le quemó la mano. Pero esto, bien pensado, tampoco es la verdad. La mano no es parte de uno mismo, sino solo algo que puede ser usado.
Si bien esta aproximación resulta extenuante para el discípulo, de todos modos es útil. Demuestra de modo dramático la posibilidad de llegar al Yo, eliminando todo lo que no sea el Yo.
Como ya hemos visto, el cuerpo no es uno mismo. Es solo algo que le lleva a uno, así que por el momento es preciso olvidarlo.
¿Es la mente acaso uno mismo? Esta es una buena aproximación, pero no es suficiente, porque la "mente" puede abarcar mucho más que el Yo esencial .

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