Capítulo 10

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Novena semana

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Novena semana

Cuando Vero entró a su apartamento lo segundo que vio fue a Montse sentada en el comedor con una botella de aguardiente frente a ella y un vaso en su mano —lo primero fue a Chocolate saludándola—.

—Hola —dijo Vero, extrañada con la imagen—. ¿Estás bien?

—Hola, Vero. —El tono de Montse estaba totalmente seco de emoción; sonaba harta—. ¿Quieres una copa?

Montse no había ni siquiera levantado la mirada pero no estaba para nada ebria; es más, la botella estaba casi llena, sin duda iban bebidos uno o máximo dos tragos. Considerando todo lo que pasaba por la cabeza de Montse, Vero razonó que no era tan anómalo que quisiera relajarse un poco... y de todas formas, mejor ahí a salvo en el apartamento que afuera en algún bar.

—Claro, ¿por qué no? —Dejó su bolso en un sillón y fue a la cocina para tomar una de las copas pequeñas de cristal, compradas específicamente para beber aguardiente o vodka. Llevó otra para Montse y llenó ambas—. Salud.

Ambas asintieron, desocuparon las copas, arrugaron la frente y carraspearon casi al tiempo, Vero con más fuerza pues en sus planes no estaba beber.

—Voy a embriagarme —manifestó Montse—. No soy una borracha fastidiosa, así que no te preocupes. Es más, no estás en obligación de acompañarme.

Vero la miró y una vez más se sintió mal por ella; no iba a dejarla sola.

—¿Esto es por Henry?

Montse se encogió de hombros.

—Hoy me crucé con uno de sus hermanos —comentó, sin observar a Vero a los ojos—. Me dijo que Henry me extraña, que está destrozado, que quiere saber de mí... y me dio rabia porque no le creí ni media palabra.

—¿Te dio rabia no creerle?

—Sí, porque eso significa que ni siquiera mi subconsciente cree que Henry me quiera. Eso implica que ahora siento con fuerza que perdí años completos con él y que soy estúpida por sufrir por eso. Creer que él sufre también, me haría sentir mejor, ¿tiene sentido?

—Sí. ¿Y sabes qué he aprendido? Que el corazón roto funciona diferente para ellos. Nosotras sentimos el corazón destrozado recién pasa pero empezamos a sanar; ellos no sienten nada recién pasa pero con el tiempo empiezan a sufrir y cuando se dan cuenta de que todo está perdido, es cuando ya lo tenemos superado. Así que no eres estúpida, solo es tu turno de que te duela. Cuando llegue el de Henry podrás sonreírle y decir ya no me interesas.

Montse dejó escapar una lágrima frustrada.

—No quiero consuelo hoy, Vero —dijo con gentileza—. No me digas que estaré bien, que él perdió, que lo que siento es normal... por favor. Hoy solo quiero embriagarme y que mañana la resaca me duela tanto que me haga olvidarme de lo que en verdad me duele. Por favor. —Levantó al fin la mirada a su amiga—. ¿Quisieras acompañarme? No es obligación, no me sentiré mal si no quieres, te lo juro.

Las (des)dichas de Montse •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora