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El tren se detuvo, y sus puertas se abrieron ante nosotros. La verdad es que el sistema de estadios de ese torneo era interesante, pero para ese partido el destino ya era conocido por todo el mundo: el enorme, imponente y majestuoso estadio cénit.

A lo lejos, el edificio destacaba en el ambiente, con su brillante color dorado que resplandecía con el sol y su forma tan característica; de cerca, imponía aún más respeto, y su gran tamaño te daba a entender que ese no era un partido cualquiera. El destino del fútbol juvenil nacional estaba en manos del resultado de ese encuentro.

Con eso en mente, uno acostrumbraría a ponerse nervioso. Bien, yo estaba sorprendentemente tranquilo, y sinceramente, no tenía ni idea del por qué. Lo único de lo que era consciente era de que en unas pocas horas todo se terminaría, y quizás podría comenzar a vivir sin tantos altibajos en mi día a día. La idea me emocionaba y atemorizaba a partes iguales.

Una vez entramos todos en el tren, este se puso en marcha a toda velocidad. Yo centré mi atención en la ventana. Desde bien pequeño me parecía hipnotizante ver como los objetos del exterior se alejaban con esa rapidez, y cuando me mareé de tanto movimiento, dirigí mi mirada al suelo.

Busqué entre todos los jugadores que allí estaban, y crucé la mirada con Víctor. Sus ojos reflejaban seguridad y valentía. Era fuerte, eran todos fuertes, y unos ganadores natos. Lo lograrían.

Yo también le demostré que no tenía miedo, y con su sutil sonrisa segura me mostró que me había comprendido.

Cuando llegamos al estadio, todos se sorprendieron al ver que su rival en el campo se trataba, efectivente, del instituto Monte Olimpo.

-No os hagáis ilusiones - me crucé de brazos - El Dragon Link os espera para la segunda parte.

-Esto es bastante extraño - musitó Evans.

-Eso es lo menos importante - capté las miradas de todos ellos - Salid a ganar, el resto es indiferente, aunque os aconsejaría que tratéis de marcar el máximo de goles en esta primera parte.

Tras un par de gritos de ánimo por parte del entrenador y el capitán, el Raimon se adentró en el campo. Les deseé suerte, aunque no lo iban a necesitar. Me senté en el banquillo junto con Caleb, y me permití reponer energías un rato, observando sin preocupaciones el transcurso del partido.

La primera parte fue bien, algo más reñida de lo que en un principio me imaginé, pero todo bien para el Raimon. El verdadero desafío les esperaba en la segunda parte.

-El segundo tiempo empieza en diez minutos - me comunicó Caleb - Espero que estés de vuelta para ese entonces

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-El segundo tiempo empieza en diez minutos - me comunicó Caleb - Espero que estés de vuelta para ese entonces.

-No te preocupes Caleb, solo daré una vuelta.

Me quejé, adentrándome en los pasillos de ese enorme estadio. En pocos minutos el Dragon Link del Sector V entraba en escena contra el Raimon, así que pensé que sería bueno que me diera un poco el aire.

Caminé en silencio por los ámplios pasillos, escuchando solamente el sonido de mis pasos rebotando por las paredes metálicas. Fui echando un vistazo rápido por todos lado, intentando encontrar algo interesante o fuera de lugar. Pero nada, ese estadio se parecía mucho a las instalaciones del Santuario.

Aunque la acción que buscaba para distraerme apareció ante mis ojos, o más bien me los cubrió. Mi vista se volvió negra, y algo obstruyó mis ojos, al igual que mi boca.

Sentí como me arrastraban un par de manos vete a saber dónde, a la vez que yo intentaba liberarme de ellas. No entendía que estaba pasando, pero teniendo en cuenta a quien pertenecía el estadio, no me hacía ni la más mínima gracia.

Más temprano que tarde de lo que imaginé, me devolvieron la vista y el habla, para dejarme en un cuarto algo pequeño. Aunque lo que realmente importaba es que no me encontraba solo.

-¿Qué quieres de mí? - solté con rábia cuando el rostro de Cinquedea apareció ante mí.

-Nada en especial - sonrió con tranquilidad, algo que me provocó un escalofrío - Solo quiero ser un poco considerado contigo.

-¿Considerado dices? - me crucé de brazos, no me gustaba lo que tramaba.

Desvió la mirada, e hizo un casi imperceptible gesto con la cabeza, que hizo que uno de sus empleados entrara en la sala. Y además venía acompañado.

-¡Tezcat! - grité al contemplarle.

Su expresión cambió de terror a sorpresa, y esbozó una sonrisa, creando un brillo en sus ojos. Observé esos dos negros y profundos pozos con temor, y luego me dirigí al hombre.

-¿Quieres ser considerado? Entonces suéltale - exigí.

-No era esa clase de favor al que me refería - se rió - Le he traído hasta aquí solo para que podáis despediros como es debido. De nada

El empleado soltó a Tezcat, el cual se acercó a mí corriendo. Le recibí entre mis brazos, y le abracé tan fuerte que casi me hice daño. Pude observarle bien, y ver que se encontraba sin un solo rasguño, algo que me dejó muy tranquilo.

-¿A qué te refieres con despedirnos? - le pregunté.

-Te di la oportunidad de regresar con nosotros, y aún así la rechazaste. Ese día juré algo, y es que ibas a pagar las consecuencias de tus actos - de nuevo esa maldita sonrisita - Si el Raimon gana este partido, vosotros dos no volveréis a veros las caras, voy a encargarme personalmente de ello.

Después de eso se largó, dejándonos a nosotros dos solos. Cerró la puerta con llave, asegurándose de que no pudiéramos salir de allí. La seguridad que sentía se transformó en miedo, oscureciendo todo a mi alrededor.

-Bai Long - llamó mi atención.

-No le hagas caso, no está hablando en serio - traté de convencerle a él, o a mí.

-No te molestes, no vas a cambiar sus decisiones.

-Tezcat, lo siento tanto - de mis ojos brotaron lágrimas saladas - Ese día tendría que haberme quedado contigo, tendría que haberte ayudado.

-Calla - musitó, hundiendo su cara en mi cuello. Yo también le abracé.

Traté de deshacer el enorme nudo que obstruía mi garganta, y tranquilicé mi respiración, logrando lo mismo con la de Tezcat. Él estaba bien, sano y salvo, y eso era realmente lo que me importaba. Casi no podía creerlo.

Le observé, y pude ver su hermosa sonrisa. No sabía que iba a ocurrir, pero verle entero ante mí era lo mejor que podía haberme ocurrido ese día. O quizás no.

-Escucha Bai Long, no tenemos mucho tiempo - interrumpió mis pensamientos.

-No comprendo nada.

-Ya lo sé, si te soy sincero, yo tampoco - me sonrió con los ojos vidriosos - Solo quiero darte las gracias. Sabía que ibas a cumplir nuestra promesa, pronto lo habrás logrado.

-¿Por qué no huiste conmigo ese día? - le pregunté.

-Lo importante era que el Sector V cayera, así que teníamos que hacer todo lo posible para que eso sucediera - me contó - Sabía que jamás ibas a romper una promesa, por eso te lo pedí.

-Tezcat...

-Escucha, no sé lo que ocurrirá a partir de ahora. Pero pase lo que pase, no mires atrás, solo céntrate en cumplir tu objetivo.

La puerta se abrió de nuevo. ¿De nuevo iban a separarnos? Tezcat se aferró a mi cuerpo, y después tomaron su control de nuevo. Yo me quedé helado, y vi como le alejaban de mí. Otra vez la misma pesadilla.

-No te preocupes por mí, voy a estar bien - me sonrió.

-¡Iré a buscarte! - grité - ¿Me oyes? ¡Regresaré a por ti!

La Promesa [Inazuma Eleven] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora