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Woooyung jamás sintió que los días pasaran tan lento. Apenas uno desde lo ocurrido en el supermercado. Cada uno de ellos era similar al anterior, pues siempre estaba presente la misma rutina aburrida; pero alguien había dado una pizca de sazón a todos, y ese era San. Incluso si no hablaban, si pasaba vergüenza ante él, en el fondo admitía que era lo más divertido que le ocurrió en sus vacaciones.

Apenas había despertado diez minutos antes y seguía en la cama. No usaba su celular, tampoco dejaba a su imaginación volar y perderse en la hermosa existencia de San. Veía el techo, sin más. Por alguna razón que desconocía, se sentía con ganas de lamentarse de hasta el más minúsculo problema, en su habitación, todo el día. Pero sabía que eso no era posible, ni siquiera siendo domingo, su día indiscutiblemente libre de cuidar niños. Debía ser educado, como decía su madre desde que llegó aquella familia, y hacerles compañía.

Media hora más tarde se encontraba en el primer piso, haciendo lo que Tzuyu le pedía casi todos los días. Por suerte, San no estaba, lo que también tenía como significado que no estaba la oportunidad de hacer el ridículo hasta por la más insignificante razón. De la familia de tres, solo estaba Sunhee en la cocina junto a su madre, que preparaba el café mientras charlaban. Wooyoung no iba a incluirse en esa conversación, por lo que solo volvió al living con una taza de té verde y se sentó para beberla. Miraba un punto fijo mientras la sostenía, sin notar el sonido que producía la escalera cuando alguien pasaba por esta.

San interrumpió su punto fijo y no supo ni cómo beber el té que estaba en su boca. Se ahogó. 

En efecto, la oportunidad de que hiciera el ridículo había vuelto junto con el rubio. Este último volteó en dirección al sonido estruendoso que Wooyoung no paraba de hacer.

—Oh, buenos días, Wooyoung —habló con seriedad, como si nada le estuviese pasando al contrario, y continuó su camino al baño ubicado en el ancho pasillo, recordando cada paso que debía dar para llegar.

El pelinegro seguía muy ocupado tosiendo, por lo que no pudo saludar de vuelta. 

Además, estaba sorprendido porque lo reconoció incluso sin que hablase.

Cuando la picazón y molestia de su garganta acabaron, fue a la cocina para buscar una servilleta, encontrándose con dos pares de ojos preocupados puestos sobre él.

—¿Te encuentras bien, querido? —consultó Sunhee con un tono dulce en su voz. 

No pudo siquiera pensar una respuesta irónica en su mente: ella era muy agradable. Consideró suficiente un simple "sí" antes de continuar con su búsqueda por las servilletas. La mujer asintió con una leve sonrisa. 

Su madre le ahorró el trabajo, pues le alcanzó lo que necesitaba. Ya que para llegar a la cocina debía pasar por el pasillo, quiso apresurarse en secar sus labios y mentón para no cruzarse con San, pero la mamá del mismo interrumpió mucho antes diciendo su nombre.

—Tzuyu y yo hemos estado planeando algo estos últimos días —comentó con emoción, esa que el adolescente no tenía en aquel instante—. Queremos salir al parque que mencionó hoy mismo. Dijo que te gusta la naturaleza; a San también, y ni hablar de Jongho. ¡Creo que podemos pasarla muy bien! 

Aunque lo intentaba, Wooyoung no sabía fingir emoción por algo, ni siquiera por las cosas que realmente le emocionaban, pues no era característica su escasa capacidad de expresarse. Menos en ese momento, cuando aún no procesaba del todo que San estuvo justo al frente mientras él hacía sonidos ridículos e inevitables.

Y ahí tuvo que quedarse, escuchando a las mujeres hablar sobre sus planes para el día, y sin poder irse porque lo veían a cada momento. Apenas respondía con monosílabos, una sonrisa y asentía con la cabeza. Estaba incómodo, lo admitía.

rainbow ─ woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora