02

761 146 127
                                    

—Wooyoung, ¿podrías quedarte quieto? Me pones nerviosa también.

No había notado sus dedos marcando un ritmo torpe sobre su propio muslo hasta escuchar las quejas de su madre. ¿Por qué se comportaba así? Saber la respuesta no era en realidad importante, a su parecer.

Quitó la vista del televisor para ponerla en el ventanal. La potente luz del sol ingresaba por este. Sería un lindo día.

—Sé que será extraño vivir con otras personas por un tiempo, pero no hay por qué ponernos ansiosos —comentó la mujer a su lado—. Mi amiga Sunhee es muy agradable, seguro San y Jongho también lo son.

Con que así se llamaban.

Respondió con un gesto extraño y se levantó del sofá con su celular en mano.

 —Saldré a caminar un rato —avisó.

—No tardes mucho, por favor —lo siguió de lejos—. Necesitaremos ayuda para ubicarlos y ordenar sus cosas.

Wooyoung asintió sin ganas antes de salir y cerrar la puerta.

No le agradaba salir a caminar tan temprano; es más, odiaba levantarse temprano. Aún así, necesitaba despejar su mente, lejos de su madre y la casa que sería habitada por tres personas más desde ese día.

Tomaba el recorrido habitual cuando echó un vistazo por las ventanas de la cafetería. Aún no abría. Yeosang no estaba ahí. Continuó caminando hasta el parque, que se salvaba de la soledad gracias a algunas personas que pasaban trotando. 

Recordó al chico del arcoíris. Ese lugar solo le hacía pensar en él, dejando una sensación de tranquilidad y curiosidad a la vez. 

Sacudió su cabeza, intentando olvidarlo. Comenzaba a creer que era ridículo pensar tanto en una persona que ni siquiera existía. 

Sus pasos hasta el banco más cercano fueron lentos, como si reviviera el sueño de la noche anterior. Se dedicó a observar el lugar. El sol hacía su presencia, prendiendo los colores del paisaje. Sí, era agradable a la vista, pero para Wooyoung faltaba algo.

Más bien, alguien.

Alzó sus cejas y pasó una mano por la frente, irritado por sus propios pensamientos. Sacó el celular de su bolsillo para buscar entre sus pocos contactos y marcar a uno. 

¿Por qué me llamas a esta hora? —Yeosang cuestionó de inmediato.

Las cejas de Wooyoung se levantaron aún más, sin darle más respuesta que un suspiro.

Perdón, Woo. No es tu culpa que haya perdido un zapato —agregó. Una sonrisa se asomó en su boca al escuchar risas por parte del pelinegro—. ¿Sucede algo?

—¿Podrías venir al parque? Necesito hablar con alguien.

Por supuesto. Llego en diez minutos —sin más, colgó la llamada.

Eso fue rápido.

Mientras esperaba a Yeosang, luchaba con su propia mente. Si no estaba pensando en el chico del arcoíris, se estaba golpeando e insultando mentalmente por hacerlo. 

No creyó haberse alegrado tanto de ver a su amigo como en ese momento. Este se sentó a su lado. Wooyoung no pudo esperar para contarle sus sueños e inquietudes. Aunque Yeosang ya sabía eso, jamás se aburría de escucharlo. 

No supo cuánto tiempo estuvo hablando sobre el chico del arcoíris, y habría continuado si el aviso de su madre no golpeara en su cabeza.

Una amiga y sus hijos.

rainbow ─ woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora