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Se encontraba disfrutando la silenciosa compañía que brindaban los árboles a su alrededor mientras observaba el cielo. Sus dedos pasaban por el césped que lo rodeaba, calidez se esparció desde su pecho a todo el cuerpo cuando sus ojos enfocaron el azul profundo que tenía justo frente a él. 

Todo se sentía tan real. 

Una sonrisa estuvo a punto de asomarse en su boca hasta que algo lo dejó atónito: el cielo se notaba cada vez más descolorido.

No pudo evitar asustarse y levantarse del suelo. Recorrió su entorno con la mirada y se detuvo cuando vio algo más inesperado que los deprimentes tonos sobre su cabeza.

Un chico sentado en una banca.

Sus pies lo pusieron en marcha de inmediato, sus ojos solo prestaban atención a la persona quieta y de espaldas a él, sin notar que los árboles comenzaban a moverse y todo su alrededor a alterar sus colores. Aunque, en el fondo, de alguna u otra manera, sabía que eso estaba sucediendo.

La distancia era cada vez más escasa. Ya no solo estaban siendo alterados los colores, también su cuerpo era víctima de cambios extraños que no eran del todo desagradables. Podía sentir las palpitaciones desesperadas de su corazón y la desordenada respiración raspando y llenando de alegría su organismo completo.

El momento había llegado. Solo unos pasos bastaron para quedar frente a frente, pero había un problema. Siempre un problema.

La persona con rostro borroso se puso de pie mediante movimientos tranquilos, llegando a su mano derecha un clavel blanco cuando estuvo casi a la altura del contrario. Wooyoung dejó de ver aquello que no podía para concentrarse en lo que estaba ofreciéndole.

Y ese fue el instante en que todo volvió a su cabeza, como si sus sueños hubiesen sido incrustados en ella. 

Algo así había pasado antes. Sin necesidad de comprobarlo con sus propios ojos, repentinamente sintió que todo eso lo conocía; el parque, el chico, el clavel. No necesitaba dar un vistazo para comprender que era un sueño, que todo seguía tal cual, que podría despertar en cualquier momento, que debía tomar lo que portaba el desconocido frente a él.

Una ola de electricidad inició su viaje por toda su espina dorsal y disfrutó el recorrido por sus extremidades, deteniendo su encanto placentero en la punta de todos sus dedos. Todo sucedía por la simple acción de acercar su mano a la ajena.

No hizo con la flor lo que él mismo creyó que haría, recibirla, sino que tocó con delicadeza los pétalos dentados y ondulados.

Y esos pétalos dejaron de ser blancos para rellenarse con colores vivos e increíbles de observar en un clavel. Eran los siete colores del arcoíris que llegaban como manchas, como si fueran un solo color desparramado por un suave pincel. 

Y mientras todo se volvía blanco y negro a su alrededor, incluso él y la persona que tenía enfrente, la flor continuaba intacta. Los colores permanecieron en ella hasta el inesperado final que provocó un parpadeo.

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—¿Te falta mucho? —insistió Haseul desde el marco de la puerta, pendiente de los movimientos y arreglos que el rubio hacía en su habitación.

Habitación que compartía con San.

—Paciencia. Solo estaba buscando esto —levantó el perfume envuelto en vidrio azul. Era su favorito. Roció del mismo por su cuello, detrás de las orejas y muñecas. No solía utilizarlo, pero creyó que esa vez debía hacer un esfuerzo en él mismo—. Ahora sí, vamos abajo. 

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⏰ Última actualización: Feb 24, 2021 ⏰

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rainbow ─ woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora