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Tardó cinco minutos menos de lo usual en ir por Haseul y Yonghwa. Su prisa por estar cerca de San era evidente. Incluso los niños hallaron algo raro en su comportamiento aquel día, mientras caminaban con las manos entrelazadas a casa del pelinegro.

—Por favor, recuerden no decir nada sobre su vista, ¿bien? —repitió Wooyoung.

Los hermanos asintieron sin poner mucha atención. Cuando llegaron a la esquina más cercana a la vivienda del mayor, se soltaron del agarre de este para correr. 

A Wooyoung le habría gustado imitarlos, pero debía controlarse un poco, reducir sus ganas de ver al rubio.

—¡Mira, un perro! —escuchó un grito proveniente del patio frontal de su casa. Había olvidado a Kira.

Sabiendo que era inofensiva, no se apresuró en llegar. Ya estando justo frente a la vivienda pudo ver a los hermanos jugando con el animal. Los dos se percataron de que estaba ahí y se acercaron a él con una enorme sonrisa. 

—¡Wooyoung, es muy lindo! —exclamó la niña. Kira corrió hasta ellos para restregarse de forma juguetona y el pelinegro no pudo evitar sonreír— ¿Dónde lo conseguiste?

—En realidad es linda, no lindo. Se llama Kira —aclaró—. Y no soy su dueño, sino la familia que llegó hoy.

Ella asintió y volvió a correr junto a Yonghwa hasta la puerta de entrada. Wooyoung también iba a esta caminando, y cada paso que daba lo llenaba de emoción y nervios; también de curiosidad y confusión, pues no había tenido jamás esas enormes ganas de estar cerca de alguien.

Se preguntaba si era posible temblar al tomar el pomo de una puerta solo por tener en su mente la imagen de San.

—No se adelanten y, por favor, sean cuidadosos con lo que vayan a decir —les recordó en voz baja antes de dar un giro al objeto en sus manos.

No esperó una respuesta para abrir la puerta. Todos ya estaban en casa y los hermanos hicieron lo que el pelinegro pidió, posando sus ojos curiosos en él. 

Wooyoung no lo notó.

Podía escuchar claramente la voz de San y Jongho en la sala de estar. Se quedó quieto frente a la entrada por pocos segundos, con las comisuras de sus labios elevadas de forma casi imperceptible, incluso para él mismo.

Se preguntaba si era posible que una voz fuese angelical.

Volvió a la realidad para caminar hasta la única parte de la casa en que escuchó voces, con ambos niños a su lado. 

Lo que vio era hermoso.

Jongho hablaba muy alegre con San. Los dos sonreían y el rubio tenía su atención total en lo que sea que contara su hermano menor, quien se detuvo cuando Wooyoung, Haseul y Yonghwa aparecieron.

—¡Estás de vuelta! 

El pelinegro rio ante el comentario alegre de Jongho. De inmediato se puso de pie para acercarse a él y los niños que cuidaba. Pudo notar la emoción en su rostro al tener la oportunidad de hacer amigos. Era una ternura ver todo. Pedía en su mente que los tres se llevaran bien.  

Sus ojos fueron a San, y como si este lo hubiese notado, habló.

—Hubo cambio de planes, Wooyoung —esbozó una sonrisa—. Preferí quedarme aquí en vez de acompañar a tu mamá y a la mía, Jongho también.

Le estaba hablando. San le estaba hablando. A él.

—Está bien —respondió intentando mantener la calma en su voz.

El hermano menor del rubio veía al otro par de hermanos con una sonrisa algo tímida, y Jung suspiró aliviado cuando la niña decidió tomar la iniciativa.

rainbow ─ woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora