Will you be mine?

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¡Hola, cucuruchos! ¿Qué tal estáis? Lo prometido es deuda, creo que es la primera vez que cumplo una fecha, así que estoy bastante contenta (aunque también demuestra lo desastre que soy). Dentro de poco mi vida va a ser una marabunta de prácticas, exámenes, clases, seminarios y TFG así que esta vez no puedo deciros cuándo saldrá el quinto y último capítulo, pero sí que tengo claro que no tardaré tanto como la última vez C:

Aviso: la historia pasa a +18, así que si os molesta un poco de smut, tapaos los ojos.

Como siempre, va sin betear, a lo largo de hoy y mañana lo revisaré y seguramente elimine erratas pero quería sacarlo ya del horno, por lo que si detectáis algo no dudéis en ponérmelo en los comentarios.

Muchísimas gracias por leer, vuestro comentarios y el cariño que siempre me dais. Os quiero.

¡A leer, cucurucho!

When they ask why, I can never explainBut a symphony played when you told me your nameAnd it sounded like a sign

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When they ask why, I can never explain
But a symphony played when you told me your name
And it sounded like a sign


Las dos últimas semanas de octubre secuestran a los alumnos de secundaria y someten el cronograma escolar a un amasijo frenético del que nadie se salva.

Comienza a buen ritmo pero lentamente las faenas se van acumulando hasta que, sin darse cuenta, los pasillos retuercen su apariencia en lo que algunos podrían designar el día después de una rave.

Frente al aula de pintura reposan los rótulos acartonados, algunos a medio pintar y otros esbozados a lápiz; hay tramos de escalera y retazos de parqué sembrados por el titilante brillo del confeti que anda y desanda sus pasos en bolsas sin encontrar tierra ni amo; las telas teñidas, algunas en granos de café para ahorrar y otras con colorante de supermercado, se tienden en la azotea y luego, una vez se ha escurrido el remanente, van directas a secretaría o Artes Escénicas, cuyos integrantes pretenden montar un Corredor del Terror a modo de atracción temática para los visitantes más intrépidos. Además, cada delegado había designado a un grupo de su clase el importantísimo honor de hacer un mural de pompones, sí, pompones, (pompones)... morados y rosas y amarillos limón y añiles y naranjas y de aquel tono verdoso que algunos lo confunden con el berilo pero que a Kageyama se le estampa en la frente la imagen mental del uniforme del Aoba Josai siempre que lo ve.

Encima, los dichosos pompones están compuestos por un papel de seda y cada vez que le toca fruncirlo en forma de flor acaba resquebrajándolo por los laterales.

Ya van siete.

—No puedo con mi vida.

Ahoga la frustración haciéndolo crujir dentro de su puño. Qué necesidad. Lanza el gurruño a la papelera.

—Eres terrible —apunta su compañera, Kai, sumergida en la tarea.

Primero, pliega con presteza el folio lima y repite el proceso tantas ocasiones como se necesite, reduciéndolo a una tira larga y rectangular; a ese paso le sigue otro aún más simple, lo dobla por la mitad y rodea el epicentro con una lazada satinada blanca que encierra el interior con el beso de una grapadora, recorta los extremos en puntas y, al final, con cuido extiende las capas en varias direcciones, hasta que la borla se completa.

War of HeartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora