🌗. Tercer mes .🌗

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🌗. No existen las cosas imposibles; existen las cosas que te dan miedo intentar .🌗


¡POR LA REPUTÍSIMA MADRE QUE LO REMIL PARIÓ, LA CONCHA VIEJA CON OLOR A ALCANTARILLA PODRIDA DE LA MOMIA TUTANKAMÓN!

¡¡¡Sabía que comprar ese reloj en la tienda de segunda mano no sería una buena opción!!!

Se rompió al primer tirón contra la pared, cayendo en miles de trocitos pequeñitos del mecanismo roto sobre el suelo.

Pero por lo menos había dejado de hacer ese ruido parecido al parto de un cerdo.

Y ahora solo le quedaban menos de quince minutos para prepararse e irse a clases, y de esos quince, Atsushi había consumido casi sesenta segundos enteros mirando un zapato viejo sobre la alfombra hasta darse cuenta de su situación y saltar corriendo escaleras abajo en dirección al baño para prepararse.

Maldito zapato, parecía decirle con si inexistente mirada «¡Ja! Me causa gracia tu desgracia.»

Rimaba y todo.

¿Desayunar? ¿Qué es eso? ¿Se come?

Desgraciadamente, sí; mas no podía darse ese lujo si no quería perder el año. Como era de esperarse, había suspendido la prueba de química —sí, aquella en la que casi le agrega agua a sodio activo (explicación del chiste: sodio activo + agua = KABOOM!!!, Adiós escuela)— y tenía que presentarse en clases completamentarias, que eran ¡irónicamente a primera hora!

Y el muy zoquete no se dio cuenta hasta llegar al parque, que tenía los calzoncillos encima de los pantalones.

¿Se creía Superman o qué?

Esa moda no se veía bien a menos que fueses un superhéroe. Y él en esos momentos necesitaba ser Flash.

Corrió como alma que lo lleva la diarrea a baño público por las calles, disculpándose entre jadeos con las personas con las que tropezaba sin querer. Estas, lejos de mirarlo extrañado por su actitud, le concedieron una mirada cargada de lástima. Ver a un chico despeinado, con la ropa desprolija, los cordones desatados y cara de haber participado en El Grito, de Stephen King, solo podía proporción miradas de «Pobre muchacho, seguro la novia lo dejó por el chico que le hace bullying y se mete en apuestas, sus padres lo abandonaron dejándolo con deudas que pagar y ahora tuvo la noticia que su perro murió.»

Ok, no tan así; pero se entendió la idea.

Giró a la derecha y cruzó la calle, saltando una pequeña valla del parque. Si lograba tomar el tren que salía ahora llegaría justo a tiempo.

Aún tenía una oportunidad.

O eso creyó, pero la vida es una troll hija de puta.

Justo en el momento en que ya tenía divisado la entrada a la estación del metro, un hombre joven de cabello rubio largo, lanzó un maletín plateado al medio de la calle.

—¡¡¡Todo el mundo al suelo!!! —segundos después de que el hombre —que guardaba un escalofriante parecido con su profesor de matemáticas, Kunikida— las calles retumbaron con la explosión del maletín. Gritos y personas corriendo por ayuda hicieron de la estación un caos.

Atsushi se quedó mirando con terror todo lo ocurrido; sin saber si el miedo era por lo que acababa de ver o porque iba a llegar tarde sin ese tren. Y ahora seguro que se cancelaban las líneas por culpa de la bomba.

Suspiró, compareciéndose de su propia desgracia y miró al cielo, reprochando a Dios.

«¿En serio, vida? ¿Un atentado terrorista en medio del día? Qué creativa.»

𝑆𝑡𝑟𝑎𝑛𝑔𝑒𝑙𝑦 𝐻𝑎𝑝𝑝𝑦 |❣︎| 𝐒𝐡𝐢𝐧 𝐒𝐨𝐮𝐤𝐨𝐤𝐮 |❣︎| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora